Veintidós

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Doris ya estaba recostada en una camilla, con los pies levantados sobre un elevador con un forro de plástico gris. Anthony revoloteaba a su alrededor con los nervios a flor de piel, Justin esperaba sentado en una butaca que había en una esquina de la sala y Baldo se encontraba recopilando algunos objetos que necesitaba. Se aproximó a la camilla y Anthony lo bombardeó a preguntas.

— ¿Qué es lo que le pasa? ¿Cómo la despertamos? ¿Va a estar bien?

— Anthony, tranquilo hombre —lo intentó calmar—. Voy a probar si la reanimo así, si no tendremos que hacerle pruebas para ver qué le pasa.

El joven se quedó callado mirando simplemente, pues nada podía hacer, mientras Baldo desvestía a la muchacha y la volvía a dejar en la posición en que la colocaron al llegar. Le tomó el pulso, miró la presión, la auscultó y le tomó la temperatura, comprobando que no tenía fiebre. La respiración era irregular, demasiado pausada, y tenía baja la presión. Procedió a empapar unos grandes algodones con alcohol y le frotó con ellos las muñecas, la nuca y la frente ligeramente, tras eso espero unos segundos para ver si reaccionaba y, afortunadamente, lo hizo. Movió pesadamente la cabeza hacia un costado, parpadeó y movió un pelín las manos. Baldo le abrió los ojos y observó sus pupilas, tomó el pulso nuevamente y le habló, mientras Anthony corría a su lado para verla.

— Doris, ¿me oyes?

— Síi... —Musitó ella.

— Bien, te desmayaste —le informó—. ¿Te sientes bien?

— ¡Menudo susto, cielo! —Exclamó Anthony.

— Estoy bien... sí... —respondió la jovencita abriendo bien los ojos.

Baldo la cubrió levemente con una sábana para que no sintiera frío tras recuperarse del desmayo, más aún estando en ropa interior. Justin y Susanna permanecían de pie junto a ellos, sintiéndose muy aliviados tras verla despertar.

— ¿Has comido hoy?

— No mucho, no me sentía bien del estómago.

— ¿Dolor de vientre? ¿Mareos o anteriores desmayos? —Siguió cuestionando el doctor.

— Mareos —respondió Anthony—. Ya lleva días con mareos —Doris asintió.

— ¿Cuándo tuviste tu último periodo? —Esa pregunta la dejó atontada y lo miró, confusa, para después deslizar su mirada hasta la posición que ocupaba su novio sin dejar de pensar en la respuesta. Abrió la boca para decir algo, pero terminó bajando la cabeza con la duda marcada en el rostro y el doctor habló de nuevo.

— Doris, tu último periodo ¿Cuándo fue? ¿Cuándo te toca el próximo? —Insistió.

— Yo... —seguía pensando, su cabeza iba a mil por hora recordando fechas—. El último fue el 23.

— ¿El 23? Hace entonces unos cinco días que lo tuviste, quizá estabas débil por el propio periodo y por eso tenías los mareos —ella negó.

— ¿No qué? —Preguntó Anthony desconcertado también.

— No ese 23, sino el anterior. Tengo retraso.

Miró a su chico a los ojos y vio lo trastornado que estaba en ese instante. Ella misma estaba perdida en sus propios pensamientos, intentando averiguar cómo no se había dado cuenta antes de que no le había venido la regla ese mes. ¿Cómo no había pensado en esa posibilidad ni por asomo? Anthony seguía allí, paralizado como una estatua, mirándola sin mediar palabra.

— ¿Habéis tenido relaciones desde entonces? —Les preguntó a ambos Baldo, rompiendo el silencio.

Ambos asintieron y Anthony tragó saliva cuando Baldo les dijo que podía estar embarazada, que debería hacerse pruebas para confirmar o descartar esa opción y llevar un control sobre el estado de salud de la chica en cualquiera que fuese el caso. Reaccionó y la miró, ella le observaba en silencio, sonrojada por los nervios y la vergüenza.

✔️La venganza del diez de julio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora