Capítulo 20: Something Bad

568 75 8
                                    

— Es su culpa. Culpa de Snape y ese Regulus, el hermano de Sirius Black. ¡Tenemos que hablar con Dumbledore!

— Esa página servirá como prueba —Harry asintió.

— Lo que sigue es un recuerdo. 26 de noviembre... al otro día.

— Quiero verlo —dijo hosco, tomando el diario de las manos de Ginny y apoyándolo sobre la mesa—. ¿Ustedes?

Ron, Hermione y Ginny asintieron.

Metiéndose en el Diario, los cuatro acabaron en el Gran Comedor. La luz matutina entraba por las grandes ventanas, no había muchos alumnos desayunando, pero Julie si estaba ahí, en la mesa de Ravenclaw. Como siempre, con un roll de canela sobre su plato y leche con chocolate en su taza. Hablaba con Sam Boot.

En la mesa de Slytherin, pudieron reconocer a Zaira Greengrass, que charlaba con León y Regulus, parecían estar repasando alguna materia, ya que había pergaminos sobre la mesa. Snape estaba solo, leyendo El Profeta. Ninguno de los tres se miraba, no hasta que unas voces altas se fueron acercando al Gran Comedor.

James entró brusco, seguido de Remus intentando agarrarlo y de Sirius con una cara tan seria como la de James, Peter iba atrás negando. Lily Evans, se levantó de la mesa de Gryffindor, fue la primera vez que la vio Harry, sonrió aunque no debería. La colorada miró a Marlene y Dorcas con los ojos salientes, pasó sus piernas por el banco y se acercó a James, preguntando qué pensaba hacer.

Los demás, casi todos en el comedor, los miraban atentos, casi en alerta. Julie ya se imaginaba, apretaba sus labios, y la pierna de Sam...

— ¡SNAPE! —gritó James, soltándose del agarre de Lily y Remus— ¡Maldito, sucio, infeliz! ¡Ven aquí! —los únicos dos profesores que desayunaban se levantaron, no había señales de Dumbledore. Snape levantó su mirada, palideciendo con cada paso que daba Potter.

— ¡James!, ¡James! —chillaba Lily.

Llegó hasta Snape, lo tomó por el cuello de la camisa y con una de sus manos le dio un puñetazo.

— ¡No! —gritó Julie, levantándose, pasando por arriba de la mesa de Ravenclaw para llegar a ellos— ¡James!

— ¡Maldito pervertido! —dio otro golpe.

— Basta. Basta —gritaba Julie, intentando agarrarle el puño con ambas manos.

— ¿Qué mierda hacías encerrado con mi hermana, eh, qué? —se lo acercó.

— Pociones. Pociones, James —gritaba Julieth. Sirius trató de agarrarla de la cintura, pudo levantarla y arrastrarla unos centímetros, pero se zafó.

— ¡Estás enfermo, Potter! Nunca tocaría a la sucia de tu hermana —escupió, y se ganó otro puñetazo. Los profesores gritaban, pero no los dejaban pasar, se había formado un círculo de alumnos alrededor de la pelea.

— ¡Sáquenla de aquí! —gritó empujando, sin querer, a Julieth.

— ¡JAMES! —gritó Remus furioso, socorriendo a Julie, que se había pegado la cabeza contra la pared. La miró con culpa, soltando a Snape cuando vio sangre en la mano de Remus.

— ¡Potter!, ¡Potter! —chilló McGonagall, y todos se dispersaron.

Hermione, sin escuchar los alaridos furiosos de Minerva, clavó sus ojos en Regulus. Estaba ceñudo, pensante, observando a James sin pestañear. Ella quería leerle la mente, saber qué es lo que lo intrigaba tanto.

─•°.-ˏˋ✧ˊˎ-.°•─

─•°

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


─•°.-ˏˋ✧ˊˎ-.°•─


Y de pronto, el comedor comenzó a desvanecerse, hasta que la imagen quedó en negro. Pasaban a otro lugar, lo identificaron como el pasillo de la oficina de Dumbledore. Julie estaba sentada junto a la entrada, con la cabeza metida entre sus piernas, probablemente llorando.

Los cuatro, casi al mismo tiempo, vieron que un pelinegro de caminata elegante con túnica de Slytherin se acercaba; llevaba las manos en la espalda y no le apartaba los ojos de encima a Julieth. Ella no lo notó sino hasta que se agachó a su lado, en una de sus manos, Regulus, llevaba hielo. En silencio, intentó apoyárselo en la cabeza, pero Julie se alejó, tomándolo del brazo para que no lo acerque.

— ¿Qué haces?

Regulus tragó saliva.

— No lo sé. Creo que sirve para el dolor —dijo mirando el agarre, ella lo soltó—. Madame Pomfrey estará un rato allá arriba —señaló con los ojos la oficina—. No seas terca.

— Bien... —murmuró, y dejó que Regulus le apoye el hielo en la cabeza, lo hizo suave, corriendo con su otra mano el cabello castaño de Julie. Se miraron.

No se parecía capaz de formular una palabra, sus labios estaban mediamente separados, él pasó sus ojos directo a estos, mientras que ella se enfocaba en los ojos verdes de Regulus, tan distintos a los de Sirius. Harry, Ron, Ginny y Hermione sintieron la intimidad que estaban compartiendo, la conexión, y algún pequeños destello de incomodidad por parte de ambos.

— ¿No era que no besarías a Snape? —murmuró, sin levantar sus ojos.

— ¿No era que James no lo creería? —refutó, y la miró a los ojos.

— ¿Cómo lo supo? —Julieth rio.

— Se lo dijo Peeves.

— No. Cómo supo que se metieron a la oficina.

Julieth se quedó pensativa.

Harry miró a sus amigos, él sabía.

— El mapa del merodeador —les afirmó—. Mi padre debe haberse asegurado de lo que Peeves decía con eso, con el mapa. No creo que él le dijera a ella.

— Tiene sentido —declaró Hermione—. Parece muy confundida.

— No lo sé —contestó Julieth, al fin—. Nos habrán visto.

Regulus negó.

— Cuando me fui, no había nadie cerca, y ustedes ya habían entrado. No había nadie, Julie —afirmó mirándola a los ojos.

Ella sonrió de costado, con algo de sorpresa, y por la cara que puso Regulus, no se habría dado cuenta de cómo la llamó. Hermione y Ginny sí, cruzaron miradas y sonrieron; también maldijeron a Lavander, tenía razón. Harry, en cambio, estaba molesto. Julieth lograba poner en malas situaciones a James todo el tiempo, vivía metiéndose en problemas gracias a ella.

— Tienes que preguntarle cómo es que lo supo.

Julie negó.

— No sacaré de nuevo el tema con James, ya viste como se puso, no. Ya bastante con el regaño que veo venir, de mi madre y de él. Regulus, no me pidas que siga poniendo el dedo en la llaga. Si no me matan, me castigarán de por vida.

— ¿Por ser una chica mala? —preguntó con gracia.

— Cállate —intentó decirlo seria, pero una risa se escapó por sus labios.

— En algún lado leí que las chicas buenas, son las malas que aún no han sido atrapadas.

— Yo si fui atrapada.

— Bienvenida al lado oscuro, entonces.

Se miraron con gracia por un largo minuto, hasta que ella finalmente rio y negó mirando hacia otro lado.

— Es hora de que confieses tus pecados, Potter.

Ella subió sus cejas, y se puso colorada.

''... confesaré mis pecados, y él podrá comenzar a afilar sus cuchillos; ofreciéndome a la muerte.''

El diario de J. Potter » Sirius & Regulus BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora