KAIA THALÍA
Mientras su boca toca la piel de mi hombro, mi mente no puede evitar preguntarse si se supone que la elección correcta es realmente la incorrecta.
Si está mal, ¿por qué se siente bien?
¿Por qué pecar es algo que quiero hacer sin parar?
La cama matrimonial nos parece demasiado pequeña pero también demasiado grande. Los muchos secretos que cubren las sábanas, las promesas incumplidas y el olor a lágrimas mezclado con alcohol, son abrumadores y manchan nuestra piel con tinta negra. No es la tinta que reina en sus brazos, su torso, su cuello. Es un tipo de tinta completamente diferente que fluye dentro de nuestra sangre hasta llegar a los corazones, volviendo lo que alguna vez fue puro, oscuro.
Mi sistema intenta combatirlo pero falla una vez más, dejando que mi mente quede atrapada dentro de un hechizo que solo él puede lanzar. Una mirada dentro de sus zafiros brillantes y la magia fluye dentro de tus canales respiratorios; la única forma de volver a respirar correctamente es besarlo hasta que tu boca se adormezca y tus sentidos sean incoherentes.
Quiero correr pero sus besos me paralizan con nuevas promesas.
Desde que tengo memoria, me enseñaron a correr lo más lejos posible del peligro y el daño.
Pero el olor de él es tan denso en el aire que se adhiere a mis sentidos y me atrae tan profundamente. Adictivo, melancólico, exótico. La lujuria fluye en cada rincón de la habitación mientras su cuerpo y el mío se entrelazan, uniéndose perfectamente como piezas perdidas de un rompecabezas. Su boca deja un hormigueo en mi piel; mis dedos tiran de su cabello tratando de poseer tanto de su olor como mi cuerpo puede.
Me he vuelto insana y sé que me hundiré.
Sin embargo, él se arrastra conmigo.
Solía tener miedo de las sombras que juegan a nuestro alrededor cuando sus alas caídas aparecen a la vista, reflejando oscuridad y creando humo con cada nuevo gesto. La tinta nos traga enteros y la luz se convierte en un mero deseo en el abismo.
Pero ahora he aprendido a amar cada sombra, a sentir cada sensación abrumadora y disfrutar el sabor de la tinta en mi boca mientras las ramas del árbol caído dibujadas en su espalda se contraen debajo de mis dedos.Me nubla todos los sentidos.
Pero trae tanta claridad a mi mente, mi corazón, mi alma.
Sus besos y caricias esfuman cualquier tristeza que reinó mi pecho durante estos tres largos meses. Esperaba que ni siquiera me dejara verlo por lo enojado que estaba el último día que nuestros labios se tocaron. Pero lo hizo, me permitió seguir hablando con nuestro hijo por teléfono. No es mucho, todavía estoy enojada con él por eso y haré que se disculpe tantas veces como mi mente lo necesite. Pero viniendo de él, que está acostumbrado a lastimar a la gente y poner sus dedos en su garganta hasta que sus ojos exploten, significa mucho más.
Me pregunto cuál ha sido mi error, mi pecado. ¿Fue mi error haberlo amado más que a la vida misma? ¿Fue mi error querer arreglarlo sin importar las consecuencias de tal sacrificio? Lo único que quería era hacerlo feliz. Quería verlo sonreír, mostrarle que merecía saber lo que es el amor al igual que los demás.
Dudo mucho que ese haya sido mi error.
Todas esas dudas se convierten en cicatrices cuando sus labios besan mi oreja. Susurran cuánto me ama, cómo no puede estar sin mí en sus brazos y que sus noches se han llenado de pesadillas, alcohol y deseos rotos.
Me sostiene con tanta ternura que me dan ganas de llorar. Todo consigue que quiera llorar. Ha sido así durante estas largas semanas. ¿Por qué? Realmente la respuesta es demasiado larga, variada, como para saber exactamente qué cosa produce que todo consiga hacerme sentir triste. Estar lejos de mi hijo, de él, de no haber podido mantener nuestra familia a salvo de los demás.
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No Serpientes, No Veneno
RomanceLos Smirnov siempre han sido el clan rebelde. Desde tatuarse en la mano del diablo hasta causar revoluciones, siempre encuentran la manera de arrastrarse como el animal que los representa para acabar con quiénes amenazan a quiénes ellos aman. Alek...