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ALEK JULIÁN

Kaia Thalía colapsa.

Nicola tiene solo preciados segundos para sujetar su cuerpo y evitar que su rostro impacte contra el suelo de madera. Por la puta madre, ¿cuántas veces vamos a tener que pasar por la misma reacción? A este punto debería salir con mi almohada debajo del brazo para lanzarla cada vez que me pongo delante de alguien.

—¡Mamita! —Kuriah Thalek suelta su panecillo para correr hacia donde ella está y darle pequeñas palmadas en el rostro con sus manos —. Mamita, ¿te hiciste upa?

—Buen trabajo, eh —me reprocha Julieta.

—Yo... No pensé que...

—Claro, pero si te has mandado una digna entrada de misión imposible. Hasta yo me hubiera desmayado. —Khalid bufa.

—La pondré en tu habitación —me dice el rubio cuando la carga entre sus brazos.

Mi mano derecha por acto reflejo se estira en el intento de acariciar aunque sea su rostro cuando cruza por mi lado. Es ella, tan de cerca y tan real después de estos largos años sin poder compartir el mismo espacio. La boca se me seca y las manos me sudan.

Es bellísima, joder.

Mis ojos se desvían al suelo, donde está parado el niño pequeño con rizos del color del carbón y con ojos de sal. Sus suaves labios rosados, un pequeño punto en su rostro, se curvan en una sonrisa mientras inclina la cabeza hacia un lado. La cascada negra brilla, emana una agradable fragancia cálida que es una mezcla de vainilla y coco.

Aphrodite me había mostrado fotos del niño, pero esas imágenes nunca me hubieran preparado para verlo en persona. Es tan exótico. Incluso más que su padre. Es una maravillosa combinación de genes que le dan el toque perfecto de su mamá a su notorio físico. Tiene los ojos de Uriah, pero las motas grises de Thalía. La sonrisa de su madre pero la sombra de su padre detrás de la esquina de su labio. Las manos de él pero la delicadeza de ella.

Aphrodite tenía razón.

La luz se encuentra con la oscuridad.

Un eclipse.

—¡Sé quién eres! —exclama, consiguiendo que mi cabeza se centre en lo dulce que suena su voz. Su dedo índice se alza en el aire y señala mis ojos —. Eres tío Alek.

Mi nombre suena tan desconcertante saliendo de sus labios.

Su rostro se contrae cuando no respondo.

—¿No hablas inglés? —Frunce el ceño —. Está bien. Kuri habla tres.

Me muestra sus dedos.

—¿Alemán? —Su acento cambia —. ¿Duso?

—Hablo los tres. —Me arrodillo delante de él y le guiño un ojo —. Mucho gusto en conocerte, Kuriah Thalek.

Estiro mi mano y se la ofrezco. Me toma desprevenido cuando en lugar de tomar mis dedos, pone los suyos en mi cuello para abrazarme. Mis primos sonríen, a lo que el pequeño de negros cabellos sube el rostro para verme a los ojos.

Me vuelve a ofrecer una sonrisa.

—Hola, mi amor. —Acaricio su cabello.

Aquel brillo dulce en su mirar puede ser solamente de su madre.

Incluso frunce la nariz al sonreír como ella.

—Tío Alek, dejé muchos bujos.

—¿Cómo?

No Serpientes, No VenenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora