URIAH APOLO
Arena se despierta antes de que Aphrodite pueda atender sus heridas.
Toda la sala está desconcertada por su expresión de sorpresa. Como un animal salvaje, huele el ambiente y deja salir sus garras, lista para atacar si surge la oportunidad. Debe ser la adrenalina, pero una vez que las morfinas dejen de procrearse dentro de su cuerpo, se desmayará de nuevo.
Mi hermana trata de ser lo más educada posible tratando de calmarla. Aphrodite es muy caótica, pero cuando se trata de ser enfermera, es lo mejor que puede haber. Sin embargo, Arena rechaza su oferta y se lleva la mano a la parte inferior del vientre, en el lugar derecho.
Sus dedos se llenan de sangre tan pronto como se deslizan sobre la camisa.
—Necesitas ayuda —insisto.
Mi voz mata hasta la última gota de morfinas; su cuerpo débil se tambalea mientras se cae en el sofá con la cabeza dando vueltas. Andréi es rápido y la agarra con sus brazos antes de que ella golpee su nuca apenas.
Aphrodite abre el botiquín de emergencia y saca una aguja.
—Esto va a acabar con mucho de tu dolor —le dice a Arena.
Antes de que la chica de ojos verdes pueda protestar, mi hermana hunde la aguja en su brazo y empuja el líquido, sedando a la pobre mujer que ahora me estaba llevando a la última parte de mis nervios. Detesto con todo mi ser personas que están al borde de la muerte y todavía niegan ser ayudadas por orgullo. El orgullo es estúpido en este tipo de situaciones. Incluso yo, que odio con pasión recibir apoyo de los demás, acepto la ayuda cuando no hay nada que pueda hacer.
Es demasiado terca.
Aphrodite le abre la camisa para ver dónde está la herida. Un corte, de unos tres centímetros y medio de largo, es de color rojo carmesí y se desangra hasta no tener nada más que ofrecer. Es una herida profunda, con finas líneas rojas que comienzan a formarse.
—Conozco la septicemia cuando la veo, Aphrodite —le digo a mi hermana cuando sus ojos ubican los míos por encima del hombro —. ¿Es grave?
—No, está empezando a formarse eso sí, pero con un par de medicamentos estará bien. Parece ser la única herida profunda —responde, mientras limpia con alcohol la zona —. ¿Puedo preguntar quién te hizo esto o eso es algo que no puedes compartir?
Arena ladea la cabeza —. ¿Acaso piensas que me hice esto sola?
—Eres una Smirnov. —Mi hermana suelta la palabra entre dientes. Presiona fuertemente el algodón con el alcohol, causándole inmenso dolor a Arena. La rubia suelta un chillido de incomodidad que es música para los oídos de Aphrodite —. No confío en ninguno de ustedes.
Ojos verdes miran hacia donde está parada Thalía. La madre de mi hijo se mueve incómoda.
—Ella es de mi clan y no te veo aquí quejándote de su presencia.
—Es la madre de mi sobrino; gran diferencia. —Aphrodite retuerce el alcohol, haciendo que Arena grite en voz alta. Por el rabillo del ojo veo a mi madre estremecerse de horror —. Puedo decir cuando alguien está mintiendo y ella es tan clara como el agua. Tú, por otro lado...
Arena abre los ojos de par en par cuando mi hermana le inyecta otra dosis de morfina antes de que pueda detenerla. Justo en la vena del cuello.
—Puedo oler una serpiente incluso antes de que se deslice por el suelo.
Arena se desmaya casi de inmediato. Mi hermana esta vez golpea las manos de Andréi para evitar que la ayude, dejando que la cabeza de la rubia choque levemente el brazo del sofá.
ESTÁS LEYENDO
No Serpientes, No Veneno
RomanceLos Smirnov siempre han sido el clan rebelde. Desde tatuarse en la mano del diablo hasta causar revoluciones, siempre encuentran la manera de arrastrarse como el animal que los representa para acabar con quiénes amenazan a quiénes ellos aman. Alek...