URIAH APOLO
Después de que la habitación se vuelve demasiado para mi padre, se pone de pie y me pregunta si me gustaría que se quedara o no. Ya es difícil para él, así que niego con la cabeza y le digo que no se preocupe por mí. Me da una pequeña sonrisa antes de cerrar la puerta tras él.
Quedo en el silencio cálido de la habitación de mi madre. Estoy acariciando la falda del vestido de novia cuando un par de mocasines marrones inundan mi campo de visión. Subo los ojos, encontrando la grisa mirada de la mujer más hermosa que he visto. Sus suaves ondas castañas brillan como la seda.
—¿Uriah? —Kaia Thalía me observa con una mueca de preocupación —. ¿Estás bien?
—Y-Yo... —Niego con la cabeza —. No me siento bien.
Se acerca a mí y toma mis manos para ayudarme a levantar. Sube las manos por mi pecho hasta acariciar mi rostro. Lo hace con cuidado, tratando de poner presión en las claras heridas que manchan mi piel. Tomo distancia entre nosotros por un segundo, con miedo a que me aprecie de más.
He adquirido tantas marcas desde la última vez que me vio sin ropa.
—El agua de la bañera se va a enfriar —murmura.
Sus iris grises no pierden su brillo cuando su sonrisa llega a los ojos.
—Me siento muy cansado —admito.
Sus dientes se hunden en su labio inferior.
—Ven, vamos.
Cierra la puerta del cuarto con seguro antes de guiarnos hacia el baño. Leyla ha dejado la bañera lista; el olor a vainilla y a jabón de coco inunda mis fosas nasales. Kaia Thalía mete la mano derecha dentro del agua y murmura que está tibia después de menear los dedos dentro de ella.
—Déjame ayudarte —pide.
Se acerca a mí para posar las manos en el borde de mi camiseta. Sus dedos deslizan la prenda hacia arriba después de quitarme la chaqueta. Intento apartar la mirada cuando veo que sus ojos escanean las cicatrices en mi piel, aunque los tatuajes en los costados hacen un gran trabajo cubriéndolas. Mi boca se contrae cuando sus dedos rozan mi pecho, lenta y suavemente, antes de ponerse sobre las puntas de los pies para dejar un beso en la comisura de mis labios.
Desabotona mi pantalón.
Mi respiración se pierde cuando sus dedos rozan mi pelvis inferior.
—Creo que tenemos que hablar... —Me calla con sus dedos.
Los quita de mis labios —. ¿Podemos hablar después?
Su respiración es un desastre. Sus ojos se oscurecen al tiempo que un enrojecimiento alrededor de su escote se extiende sobre su piel de porcelana. Una tiniebla de lujuria y deseo se ha apoderado de la chispa inocente que suele reinar en su pacífica mirada. Sus labios se entreabren mientras sus manos recorren mi cabello, enredando las raíces oscuras que han echado de menos su toque.
—Estás aquí —suspira un susurro mientras nuestras narices se tocan.
—Estás aquí —contesto tan jadeante como ella. Mi boca anhela su sabor, desesperada y dolorida —. Eres tú.
Nuestras bocas se abren cuando se tocan, pero no se besan.
—Eres mía —gruño encima de su boca.
Jadea cuando mi lengua subraya su labio inferior.
—Eres mío —responde ella, rogando por aire.
Un bajo gruñido me abandona cuando su boca se vuelve una con la mía.
Mis labios se entreabren para dejar que su lengua se deslice por ellos y así tentar a la suya. Ambas se acarician sin prisa por unos cuantos segundos, pero entonces sus manos suben a mi cabello para desplazar los dedos por las oscuras hebras, el hambre reprimido sujeta las riendas de la situación. Kaia Thalía atrapa mi labio inferior entre sus dientes y tira suavemente de la carne.

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No Serpientes, No Veneno
Roman d'amourLos Smirnov siempre han sido el clan rebelde. Desde tatuarse en la mano del diablo hasta causar revoluciones, siempre encuentran la manera de arrastrarse como el animal que los representa para acabar con quiénes amenazan a quiénes ellos aman. Alek...