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KAIA THALÍA

Mi padre solía decirme que la mejor manera de enfrentar los miedos es no correr de ellos. Mantenerte firme y mostrar que no te hacen daño para que poco a poco desaparezcan de tu mente, de tu corazón. Pero la pesadilla que tengo delante de mí es demasiado. Provoca que el pulso se me dispare mil, y que mis pies reaccionen por sí solos con las intensas ganas de querer correr lejos. Quisiera correr lejos a un lugar en el que él jamás podrá encontrarme. Un espacio ajeno a su presencia.

¿Por qué? ¿Qué sucede? ¿Qué está pasando?

La respiración me hace falta al ver la manera en que él mueve sus labios sobre los de ella. La besa con necesidad, con ganas, con una pasión desenfrenada. El tiempo se detiene por una milésima de segundo, y es como si la imagen de ellos juntos fuera la única capaz de repetirse. Vuelve a suceder en mi cabeza, una y otra vez, sin parar. Es mi mayor inseguridad y mayor miedo delante de mí.

Es mentira, tiene que ser una parte cruel de mi imaginación la que me está haciendo ver esto. Es como si la parte más oscura de mi subconsciente se ríe de mí, torturándome y provocándome al decirme que desde la primera duda, desde la primera inseguridad, ellos...

Existe una parte de mí que todavía se aferra a la idea de que no es cierto. De que todas las palabras que él me ha dicho desde que decidimos intentarlo una vez más son ciertas, y que él solo tiene ojos para mí. Que son mis manos las únicas que él quiere tocar, que sus labios son exclusivamente para los míos. Porque es así como yo me siento todo el tiempo cada vez que alguien más intenta acercarse. No importa a cuántas personas abrace, es su cuerpo el único que mis brazos quieren sentir.

Pero no es lo mismo para él.

Incluso cuando sus ojos azules se encuentran con los míos, es doloroso. La boca me tiembla, e incluso si quisiera decir algo, no podría por el hecho de que he olvidado la manera correcta en que se debe de hacerlo. Mis pies reaccionan, y me hacen caminar lejos de la laguna porque no soporto ver más. Los oídos me zumban y sé que en cualquier momento el golpe llegará y romperé a llorar a pesar de mis ganas de evitarlo.

Puede que sea verdad lo que ella siempre se ha encargado de decirme. Puede que tenga razón y yo solo soy la ingenua mujer que se enamoró de un hombre que jamás podría amarla por lo diferente que es de él. Que, ante la misma oportunidad que él tenga, se irá al lado de una persona que comprenda cada rincón de él y que pueda ver las cosas a su manera.

—¡Thalía! ¡Thalía, no es lo que tú crees!

Entro a la sala y avanzo directamente hacia las escaleras, haciendo caso omiso de las palabras que suelta mi familia mientras me piden que me acerque a ellos para unirme a la conversación. Siento que las orejas me van a sangrar en cualquier momento. Mis ojos duelen y a duras penas puedo mover los pies para subir los escalones.

—¡Amor! ¡Kaia Thalía! —Sus gritos me atolondran.

Con dedos temblorosos cierro la puerta y coloco el pestillo segundos antes de que la madera cruja debajo de las palmas de Uriah. Mueve la manija con frenesí y siento que la cabeza me da vueltas. El oxígeno no llega a mis pulmones y se siente como estar bajo agua. Tomo cortos pasos hasta la cama cuando necesito sentarme.

—¡Thalía! Mi amor, abre la puerta. No es lo que crees. Mi vida, no es lo que piensas. Yo jamás podría engañarte.

La estaba besando.

Estaban desnudos, tocándose de la misma forma que nosotros lo hacemos cuando estamos a solas. Sus bocas estaban unidas y sus cuerpos se rozaron entre sí, piel contra piel.

—Thali, escúchame. —Su voz suena agitada. ¿Por qué? ¿Qué mentira piensa soltarme a la cara? —. Thali, somos dos adultos, podemos conversar las cosas. Abre la puerta para que pueda explicarte.

No Serpientes, No VenenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora