ALEK JULIÁN
Natalie y Hache casi se desmayan cuando me ven.
Es una bienvenida esperada. Khalid y Nicola los ayudan a sentarse en el sofá mientras yo hago lo mismo en la mesa del centro. El can siberiano está husmeando y enseña los dientes al verme. Nunca le gusté, probablemente porque es el olor de Uriah al que está acostumbrado. Sin embargo, parece que le gusta que mis primos lo acaricien. El problema soy yo, por supuesto.
Deja de ladrar cuando Kailé se le acerca con una bola azul.
Estoy tan distraído por la cola movediza del perro que no veo venir la bofetada de Hache.
Sus puños se apoderan de mi camisa.
—¡Hijo de puta! ¡¿Cómo estás vivo?! ¡Vi cómo te metían debajo de la tierra, idiota! —Me sacude con fuerza, y le agradezco a Khalid mientras respiro por aire cuando aleja al papá de Thalía —. ¡Esas pequeñas notas de aviones de papel que recibí hace dos días en mi oficina! ¡Fuiste tú! ¡Sabía que había visto tu cara pero pensé que era el café actuando sobre mí!
—Mucho gusto de verlo también, señor Hache —espeto como puedo.
—¡¿Gusto?! ¡Gusto mis cojones!
—Hugo Mariano, calma —le pide su esposa, a pesar de que me mira como un bicho raro —. Los chicos vinieron porque las cosas se están saliendo de control.
—¿Saliéndose de control? —Deja su ira de lado. Gira el rostro para observar a Khalid y tomarlo de la camisa —. ¡Si mi hija muere, les juro que yo los mato!
Nos lleva al menos quince minutos explicar la situación y lo que está a punto de suceder. Julieta les muestra los billetes de avión que vencen para hoy en menos de tres horas. Ambos padres comienzan a negar con la cabeza, pero cambian de opinión una vez que les digo que les volarán el cerebro si los Ivanov les ponen las manos encima.
Thalía nunca me perdonaría que sus padres murieran por mi culpa.
Necesito que se larguen de aquí tan pronto como ella entre por esa puerta.
—¡¿Quieres que deje la vida de mi hija y mi nieto en tus manos?! —A Hugo le cuesta respirar —. No haré eso. No huiré. Mi hija me necesita aquí. Yo la ayudaré.
—Hache, no hay nada que puedas hacer contra esa gente. Te matarán incluso antes de que Thalía pueda salir corriendo de esta casa.
—No importa. Moriré protegiendo a mi hija y a su hijo. Eso es lo que hacen los padres. Lo entenderás algún día cuando tengas un hijo —dice con amargura.
Mierda de mierda —. Yo seré quien la proteja. Sabes lo mucho que la amo. Nunca, jamás, dejaría que nada malo le sucediera a ella o a su hijo.
Sus ojos grises miran los míos. Tengo que parpadear por lo intensos que son. Son los mismos que los de Thalía: una tormenta abrumadora que espera golpear en cualquier momento. Sin embargo, los de su hija son más suaves, llenos de la misma bondad que su madre tiene en sus ojos marrones.
—Sabes, agradezco todo lo que estás haciendo por mi hija en este momento y todo lo que estás diciendo. Pero no puedo traicionarla, no así.
—No la estás traicionando. La estás ayudando. Y nos estamos quedando sin tiempo —insiste Khalid, mirando el reloj de la pared.
—Déjame corregirme, no seré cómplice del crimen que van a cometer contra Uriah —dice alto y claro. La bilis sube a mi boca —. Dios sabe cuánto odio a ese chico.
Suspira cuando Natalie lo abraza.
—Pero también lo aprecio porque lo he visto crecer. Y no hay ninguna forma de que esté de acuerdo con que pierda a su hijo, ya sea por una buena causa o no.

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No Serpientes, No Veneno
RomanceLos Smirnov siempre han sido el clan rebelde. Desde tatuarse en la mano del diablo hasta causar revoluciones, siempre encuentran la manera de arrastrarse como el animal que los representa para acabar con quiénes amenazan a quiénes ellos aman. Alek...