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URIAH APOLO

Odio pelear con Kaia Thalía.

Pero amo cuando ella la caga y se pone muy cariñosa después.

Parpadeo, intentando despertarme y sacar mi conciencia del mundo de los sueños cuando siento su boca deslizarse por mi cuello, mordiendo y chupando mi piel de una forma tan excitante que mi polla no tarda en reaccionar alegremente ante sus pequeñas caricias. Su mano derecha está perdida en mi cabello, y sus dedos acarician mis mechones con delicadeza.

Mi mirada se pasea alrededor de la habitación en busca de mi crío, y confirmo que estamos los dos solos cuando mis ojos caen en la puerta y noto la manija con el pestillo puesto. Kaia Thalía ríe por lo bajo al apreciar el bulto que se ha formado dentro de mi ropa interior y quita la boca de mi cuello para cambiar de posición y quedar sentada a horcajadas sobre mí.

Gimo cuando se sienta apropósito sobre mi erección. Menea un poco el culo para poder sentirme, y relamo mis labios al verla tan contenta. Tiene el rostro sonrojado y el cabello cayéndole detrás de los hombros. Lleva las manos a mi pecho y sus dedos trazan los bordes de mis tatuajes.

—¿Y Kuri? —pregunto, mi voz sale ronca y áspera.

—Con mis papás —contesta.

Su cuerpo es cubierto solo por una de mis camisetas y mi boca se entreabre cuando la alza unos cuantos centímetros para dejarme ver sus gruesos muslos. Mis ojos suben hasta su área privada, y alzo ambas cejas al notar sin mucho problema la diferencia de ropa interior.

—¿Y esto? —Llevo mi mano derecha a su coño, posando los dedos sobre su monte de venus. Meto uno dentro de la tela y tiro despacio, disfrutando de cómo su respiración se acelera —. ¿Cuándo compraste estas cosas?

—¿No te gusta? —inquiere.

Pongo mis manos en su cintura y alzo la camiseta hasta dejarla unos centímetros bajo su busto para dirigir mi mirada hacia el espejo al otro lado de la habitación, delante de nosotros. La ropa interior nueva que ha conseguido deja al descubierto todo su culo, solamente un pequeño triángulo azul que termina en un fino hilo. Estoy acostumbrado a sus bragas grandes, esas que le agarran todo, y las encuentro excitantes a su propia forma. Me hace recordar a cuando recién empezamos a salir y me dejó masturbarla por primera vez.

Pero no me quejo de estas bragas.

Joder, claro que no.

Mis manos bajan hasta su culo para ahuecar sus nalgas.

—¿Vas a usar así ahora? —pregunto.

Mis manos no se quedan quietas y amasan su carne.

—Sí —contesta —. Son mucho más fáciles para que me cojas.

Sonrío.

Deberíamos pelear un poco más seguido si es así como me va a tratar después.

—¿Cómo así?

Se alza unos centímetros y toma la prenda, la cual tiene una mancha de humedad enorme gracias a su excitación, entre sus dedos. Hace la braga a un lado para dejarme ver su sexo mojado. La tela se queda en aquella posición y la madre de mis hijos me ofrece una sonrisa sonrosada.

—Así ya no las rompes —comenta.

Mi lengua se desplaza por el labio inferior.

—Mi amor. —Thalía adquiere un tono dulce e inocente cuando se dobla para hablar cara a cara conmigo —. ¿Ya me disculpaste, verdad?

Ladeo la cabeza —. Eso depende de qué tan bien me montes.

Río cuando baja mi ropa interior y libera mi polla. La tomo entre mis dedos para calmar la punzante necesidad en la punta mientras que Thalía se quita la camiseta para dejar caer sus tetas. Sus rosados pezones están pétreos y sube las manos por los costados de su cuerpo antes de ahuecarlas y apretarlas. Pincha sus picos excitados para tirar de ellos.

No Serpientes, No VenenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora