Capítulo 20.

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Leah.
Me sorprende el hecho de que no nos haya pasado nada en el recorrido, ya que papá manejó a una velocidad casi suicida. Había intentado advertirle, pero sus oídos eran sordos. Hace un gesto al portero y este le entrega las llaves, no pude siquiera saludar al pobre hombre, ya que papá se encuentra en el elevador, porque lo que prácticamente tengo que correr antes de que las puertas se cerraran.

Llegamos a un apartamento que para ser sinceros, se notaba que nadie había visitado ese lugar hace años.

– Viví con tu madre y Alan en esta casa hasta poco antes de tenerte a ti. – se voltea y me mira. – Leah, se que ese imbecil de Josh no jugaría con algo así, si él dice que es tu padre biológico, no hay duda de eso y hacer una prueba de ADN solo haría confirmar lo que ese imbecil dice. –se acerca y coloca sus manos, las cuales están sumamente frías, en mis mejillas– Pero Leah, yo soy tu padre. Eres mi princesa, mi corazón, mi razón de ser. –me da un beso en la frente y cierra los ojos, haciendo que las lágrimas rueden por mi mejilla– Nunca dudes que te amo con todo mi ser, Leah Sprayberry.

Lo abrazo y él coloca su mentón en mi cabeza. – Yo también te amo, papá. Tu eres mi papá, no importa lo que diga una estupida prueba de sangre, soy tu hija, tu Leah.

Me da otro beso y se aleja, puedo notar sus ojos llenos de lágrimas. – Nos vinimos en un apuro, no tienes ropa ni cuadernos ni nada. Y tampoco hay nada de comer aquí. –me tiende las llaves de su auto. Papá enserio se encontraba mal, su auto era sumamente preciado, ni siquiera a mamá le permitía manejarlo. – Ve a tu casa a buscarnos algo de ropa y compra algo de comer en el camino.

Niego con la cabeza. – Tranquilo papá, llamaré a Alan y el nos traerá algo.

Asiente y observó su figura desaparecer detrás de una habitacion.

Una vez papá se marcha, tomo mi teléfono y veo un montón de mensajes mis amigas, otra vez me perdí las prácticas. Klyan también me ha enviado un mensaje. Ignoro todos los mensajes y llamadas perdidas, marco a mi hermano.

Antes de que el responda, llegó a la conclusión... Alan no es mi hermano. No compartimos ADN, nuestros padres no son los mismos.

Tengo un nudo en la garganta, el cual me tengo que tragar cuando mi hermano contesta. Le doy indicaciones sobre donde están mis cosas, que traiga también algo de papá y quedo de enviarle mi ubicación para que llegue al apartamento.

Dos horas después, las cuales he estado aprovechando para limpiar un poco, el timbre de la puerta es tocado, abro y Alan aparece con una sonrisa triste.

– Hola.

– Hola. – doy una sonrisa torcida.

Entra al lugar, deja las maletas en la sala y la comida en la cocina. Me encuentro viendo la ciudad desde el ventanal, cuando siento sus brazos en mi cuerpo y un beso en la sien. – Sabes que pase lo que pase, siempre serás mi hermanita.

Asiento, sin embargo me suelto de su amarre, y voy al sofá. Alan frunce el ceño, y se sienta a mi lado.

– ¿Cómo pasamos de los típicos problemas de famili a esto?

– Así es la vida Leah, nunca sabemos que pasará.

Tomo un fuerte respiro, y al momento de exhalar, reviento. Ya no puedo más. Suelto un sonido de dolor y las lagrimas comienzan a caer, el llanto es sofocante. Alan no demora en abrazarme y decirme que todo estará bien. Que siempre contaré con él. Era un dolor tan grande, que solo sentía todo mi cuerpo en llamas.

Mi papá no es mi padre biológico. Dylan Sprayberry, no es mi padre. El mejor padre del mundo, amoroso, equitativo, comprensivo, divertido, amable, no era mi verdadero padre.

El único orgullo que tenía en este mundo, ser hija de mis padres, un matrimonio ejemplar y envidiable; y hermana de Alan y Jayden, era una mentira.

Uno de los decanos de la universidad de mis sueños, era mi padre. Aún desconocido que no se había inmutado en tomar el asunto a la ligera o abarcarlo de mejor manera, era mi padre.

Era hija de un imbecil.

Jayden era mi unico hermano de sangre. Mejor dicho, solo era mi hermano materno. Y el bebé que se encontraba en el vientre de Maya, también lo sería. Nunca tendría un hermano completo.

– Llora todo lo que quiera, Leah Lee, ni siquiera puedo entender en qué situación te encuentras.

Oh, Alan. Si tan solo supieras que tu vida tambien es una mentira. Lloro por una hora más, hasta que no queda una lagrima más, mi hermano se aparta de mi y va a la cocina, donde saca una botella de la bolsa de comida que trajo, y me la brinda. Al ver que ni me muevo, abre la botella y la acerca a mis labios, obligando a tomarla. Tomo unos pequeños sorbos y cuando asiento, la aparta de mi. Se quita su abrigo y lo coloca en mis hombros, extrañamente, el olor que desprende de él, me calma. Resulta familiar y real.

– ¿Como quedó Jayden? – mi voz sale en un susurro.

– Un poco molesto, ya que quedaste de hablar con el, quería venir pero le dije que mamá no podía quedar sola.

– ¿Como está...?

— Devastada. No ha parado de llorar desde que ustedes se fueron. Intente calmarla por el bebé, solo logré que se acostara un rato y Jayden se acostó con ella para cuidarla.

Ah, Jay Jay.

– ¿Crees que se divorcien?

Alan suspira. – Creo que primero deberíamos saber como pasaron las cosas, y en caso tal del divorcio, perderían la custodia de Maia, no creo que permitan que esa niña regrese al orfanato.

Asiento. Una idea turbia aparece en mi cerebro.

– Alan... ¿crees que yo sea producto...?

– No. –me interrumpe y niega con la cabeza. Me envuelve nuevamente en sus brazos y me da varios besos en la cabeza.
– Leah, no pienses eso. Mamá me dijo que no fue por eso.

– ¿Estás seguro?

– Fue lo primero que le pregunté, incluso me miró mal. –se rie.– Leah, no importa de que fuiste producto, tú eres la persona más especial de mi mundo.

– ¿Tu mundo? –sorbo por la nariz.

– Sí. Mama siempre nos dice que cada persona hace de este mundo, su mundo. Y en mi mundo, tú eres mi persona especial y favorita.

Me aparto un poco y miro su cara. – ¿Lo dices enserio? ... no he sido muy buena contigo.

Se encoge de hombros.– Admito que tampoco he sido muy bueno tampoco, han habido momentos donde te he tratado como un patan. Pero te amo, Leah. Eres mi hermana favorita.

– Soy tu única hermana.

– Nop. También tenemos a Maia y al bebé que vienen en camino, debes empezar a contarlos como tus hermanos, mensa.

Me rio y el aprovecha y da un beso en mi entrecejo. – Eres un idiota, Alan Sprayberry.

– Y tú eres estupenda, Leah Sprayberry.

La puerta de donde se encerró papá, se abre en un estruendo y sale con con un rostro asesino.

– ¿Papá...?

Toma su saco y nos mira.

– Robaron información de la empresa y ahora tenemos una demanda.

Leah Meets WorldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora