Capítulo 29.

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Alan.

Escucho como Leah golpea el vidrio de mi auto para que la deje subir, pero hago caso omiso. Miro a mamá que se encuentra en la entrada de la galería, su rostro se encuentra demacrado, el llanto no deja de salir de ella. Fijo nuevamente mi atención en Leah, su cara es de dolor e histeria.

Cierro los ojos y arranco al motor, cuidando de no atropellar a mi hermana. La escuchó gritar, pero la ignoro.

Me sentía como la mierda.

¿Quién no lo haría?

Acababa de escuchar mi historia, mi verdadera historia. Como mi madre biológica prácticamente me había dejado en los brazos de mi supuesto padre, el cual ni siquiera sabía de su embarazo, y luego había desaparecido. Lo único que ella alguna vez me había dado, era mi nombre. La versión masculina del suyo.

Mis padres, o bueno, Dylan y Maya, eran mejores amigos que se enamoraron porque jugaron a la casita por mi culpa. Yo llamé a Maya, Mamá y ella había caído en el hechizo.

No dudaba que se amaban, pero ese amor nació solo para estar junto a mi.

Golpeo el timón y limpio mis lágrimas.

Mis hermanos, mis mayores orgullos y con quienes me encantaba compartir apellidos, eran mis medios hermanos.

Los único niño nacido en matrimonio era Jayden. Y el bebé que estaba en el vientre de mamá.

Estacionó el auto, sigo indicaciones de cómo subir al edificio y camino hasta recepción.

El bufete Anderson Law's era incluso más ostentosa que la oficina de papá, todo el mundo vestía aquí con ropa de diseñador, incluso la recepcionista.

– Buenas tardes, ¿tiene cita?

– Y-yo... no. –carraspeo. Dios, no podia ni formular bien una oración.

La rubia frunce el ceño. – ¿Desea hablar con el señor Anderson?

Niego, poniendo mis pensamientos en orden. – Deseo hablar con Adrien Carter, es un asociado aquí en la firma... soy su mejor amigo.

–Oh. El piso de los asociados es abajo, el señor Carter se encuentra en la oficina 23-B.

– Gracias.

Camino hasta el ascensor nuevamente, siento mis piernas temblar y juro que nunca había sentido un viaje en ascensor más largo que este. Por suerte la oficina de Adrien es una de las primeras en el piso, golpeo un poco la puerta y entro.

Adrien se encuentra de pie, su escritorio es un remolino de papeles, su mano sostiene una tasa de café y la otra un documento. Cuando ve, sonríe.

– ¿Alan? ¿Qué haces aquí? ¿Al fin soltaste a la chica con la que te perdiste una semana? Ya pensaba declararte por desaparecido.–detiene un poco su mirada en mi y se acerca preocupado. – ¿Estas bien? –niego con la cabeza– ¿Que pasa?

Me quedo callado un momento, y suelto en llanto. – L-Leah...

– ¡¿Le pasó algo a Leah?! –trato de ignorar su tono, y el rostro que pone al pensar que a mi hermana le ha pasado algo.

– No. –limpio mi cara y me levanto. Aprovecho la pequeña jarra de agua que tiene y tomo un vaso. – Leah no es mi hermana. No... no es nada mío.

– Alan... Leah siempre sera tu hermana, qué hay si no comparten el mismo apellido, aún tienen a su misma madre y déjame decirte que aunque sea tu media hermana, ella te ama.

Niego con la cabeza. – No soy hijo de Maya.

Adrien abre los ojos y se sienta. – ¿Qué?

Trato de contarle la historia, Adrien da palmadas en mi hombro dándome apoyo mientras el llanto aumenta. Una vez termino, el rubio me da un abrazo y cuando se aparta sonríe.

– Ya decía yo que una mujer tan hermosa e inteligente, no habría dado a luz a un imbecil como tú.

Me saca una pequeña sonrisa con su comentario.

– Eres un idiota. –se encoge de hombros.

– Nunca lo he negado. –mete las manos en los bolsillos de sus pantalones.– ¿que planeas hacer con tus padres?

Suspiro. – Aún no lo sé. Pero quiero un bar ahora mismo.

Mi amigo hace una mueca y mira su reloj.
– Tengo una reunión urgente de un caso... pero acaba en una hora. Luego soy todo tuyo.

– Soñaste como marica.

Adrien rueda los ojos y comienza a recoger los papeles. Se coloca su saco y me mira.
– Si quieres puedes esperarme aquí. –asiento– Sabes que siempre contarás conmigo, Alan.

– Lo sé.

– Bien. –se acerca a la puerta, y me mira por el hombro. – También quiero contarte algo, pero sera en el bar.

Asiento.

Una vez Adrien sale de la oficina, me siento en su silla y cierro los ojos, tratando de asimilar todos los problemas que tenemos.

La puerta de abre y me apresuro a levantarme.

– Lo siento, Adrien... –me callo cuando la veo.

Es Heather. Una de las amigas de Leah.

– ¿Estas bien? –pregunta.

– ¿Qué haces aquí?

Se encoge de hombros. – Aveces hago pasantías aquí, mi tío es el dueño. Te ve en recepción... tu estado es horrible.

Ato cabos. El apellido de Heather es Anderson... como el gran letrero qué hay en este edificio.

Ruedo los ojos. – ¿Que quieres?

– Oye, estoy tratando de ser amable. Sé los problemas que tiene tu familia, solo quería saber si necesitabas algo.

La miro. Su cabello rojo de encuentra suelto y con ondas. Su rostro no lleva un maquillaje excesivo y lo cual hace destacar sus pecas. Está vestida de una manera profesional, lo cual la hace lucir mayor.

Y candente.

La chica estaba buenísima, ¿okay?

Siempre lo ha estado.

Me acerco a ella. – Si necesito algo... pero no creo que me puedas ayudar.

Se ve ofendida. – Ayudar a los demás es practicamente mi trabajo en este lugar, asique dime. ¿Qué necesitas?

– Sexo.

Su rostro se pone del mismo color de su cabello. Viéndose más candente. Si algo sabía es que ahora mismo estaba pudriéndome en dolor, tristeza y decepción. Y si un momento caliente con esta hermosa chica era un pequeño alivio, lo tomaria.

– Te puedo recomendar un lugar cerca de aquí, hay de esas pelinegras que te gustan, con grandes senos y ...

La beso. Ella parece sorprendida y comienza a empujarme.

– Oye, ¿qué te pasa? – dice una vez que lo logra.

– Lo siento. –tomó mi rostro.– No debi besarte. Es solo que tengo tanta mierda en mi cabeza y quiero apagar este dolor de alguna forma.

Heather me mira con una mueca. – Pues la verdad es que sería una tonta si digo que no a una oportunidad asi. Es decir, eres Alan Sprayberry, el dios del sexo.

Me rio. – ¿El dios del sexo?

– Oye, no te rías. Dicen que si uno se acuesta contigo, es un orgasmo seguro...

– ¿Gracias?

– De nada.

Acomoda su cabello y me mira. – ¿Enserio quieres que te ayude?

Asiento. – Lo necesito.

Ella suspira. – Creo que mi objetivo en este mundo es ayudar a los Sprayberry.

Quiero preguntarle porque lo dice, pero sus labios se unen a los míos y eso deja de importarme. La pego más a mi y ella suelta un suspiro.

– Tenemos media hora antes de que Adrien vuelva.

– Pues aprovechémoslo.


Esta es la última vez que Alan narrará un capítulo :(

Leah Meets WorldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora