Capítulo 5.

816 58 11
                                    

Maya.

Dylan me observa con una sonrisa perversa, ruedo los ojos.

– No.

– Oh vamos. –aprovecha su fuerza y se sube sobre mi. – Sé que quieres, amor.

Cuando comienza a besar mi cuello, hace que mi cuerpo se erice y me relaje. Aun después de varios años, tres hijos y un millón de cosas, seguía teniendo ese efecto sobre mi.

– Se supone que íbamos a discutir lo de Alan.

Muerde mi oreja. – No hay nada que discutir, él es feliz.

– Pienso que deberíamos decirle, Dylan. –detiene sus movimientos. – No quiero que después se entere y se enoje.

Mi esposo se hace a un lado, volviendo a su lugar en la cama y suspira.

– Mayie, Alan no merece saber la clase de persona que es la mujer que le dió la vida. No quiso saber nada de él, me lo regaló.

– Lo sé, sé que fue horrible eso. Pero él ya tiene casi veinticinco años, es su derecho.

Su padre niega con la cabeza. – No. No lo permitiré.

– Bien, entonces le diré a Leah la otra verdad.

Se deja caer en sobre el colchón y mira el techo.

– ¿Por qué amaneciste tan honesta hoy? ¿O debería decir tan malvada? Nuestros hijos son felices, toda su vida está bien ahora.

Ruedo los ojos. – Leah merece saber lo que hiciste.

– En su momento me apoyaste, Maya. – me recuerda.

– Lo acepto, pero eso estuvo mal. No podré reparar el pasado pero no quiero vivir más con esta mentira, Dylan. Leah merece a Adrien, ambos deben ser felices.

– No dejaré que mi hija esté con ese chico, puedo tolerar que sea el mejor amigo de Alan. Pero no quiero que esté con él.

– Adrien no es como su padre, no puedes culparlo por los pecados que cometió Max.

– Primer muerto antes de que Adrien esté con mi hija.

Ruedo los ojos por duodécima vez en el día, este hombre era peor que una mula.

Alguien toca la puerta de la habitación, y después de un adelante, Leah entra con un vestido color cielo y un peinado elegante.

– ¿No estas demasiado vestida para el desayuno? – se burla su padre, esta rueda los ojos.

– Muy gracioso, papá. Me muero de la risa. –mi hija había heredado mi sarcasmo. – Pero en realidad venía a pedirles permiso.

– ¿Nos vienes a pedir permiso cuando ya estas arreglada? –Alzó una ceja, ella comienza a gatear en nuestra cama y Dylan le hace espacio para que se acueste entre nosotros.

– Ayer conocí a un chico... –comienza una vez que se acomoda.– Se llama Kylan y hoy su hermana se casa, me ha pedido que sea su acompañante.

Frunzo el ceño. – ¿Lo conociste ayer y ya te invito a una boda?

– Esto no me agrada, Lee Lee. –gruñe su padre. – ¿Cual es su apellido?

– Ehm... no lo sé, la verdad.

– Leah, no vas a salir con un chico que conociste ayer.

Bufa. – Claro, pero si Alan tuviese una vagina él si podría.

¿Cúal era su problema con Alan?, desde pequeña siempre había mostrado fastidio a su hermano. Era consciente que ave ce a favorecíamos a Alan más que a Jayden y Leah, pero los tres tenían nuestra atención. Supongo que esa era la personalidad de mi hija, odiar sin razón a las personas. Sin embargo Alan la adoraba, siempre estaba ahí para ella y la apoyada a en todo. Incluso una vez la acompañó a una fiesta con sus amigas cuando mi hijo aún era un adolescente, la cumpleañera había invitado a Leah a sus demás fiestas solo por Alan. Luego nos dimos cuenta que hablaba mal de ella, aunque le dijimos a su hermano que no era necesario defender a su hermana de una niña que solo vivía para creerse superior a las demás, Alan no desaprovechó su popularidad creciente e hizo que la chica le pidiera disculpas públicas a Leah.

Mi hija era demasiado terca y competitiva para darse cuenta que su hermano solo quería lo mejor para ella.

Jayden por otro lado, era tan diferentes a sus hermanos. Mientras estos dos eran competitivos, extrovertidos y sacaran las partes vibrantes de nuestras personalidades, Jayden había sacado mi amor por el arte y la falta de aplicación académica, mientras que por parte de Dylan; la afición por las series y su sensibilidad.

Dylan me mira, pidiéndome ayuda.

– Cielo, ¿enserio quieres ir a la boda o solo quieres llevarnos la contraria?

Ella se queda callada unos minutos.

– Quiero ir, mamá. –responde – Nadie me ha invitado a una cita, los chicos siempre buscan de mi un revolcón.

– Que por supuesto, tu no se lo das. – aclara Dylan.– ¿Cierto, Leah?

Esta asiente efusivamente, cosa que hacía cuando mentía.

Verán, mis hijos tenían un tic específico cuando mentían.

Alan comenzaba a tocarse la nariz repetitivamente y a sorber por esta. Leah asentía tanto con la cabeza, que parecía un muñeco cabezon. Jayden tocaba sus labios y los mordía mientras te miraba fijamente a los ojos y mentía.

El tiemble suena, a los pocos minutos aparece Jayden con unos audifonos en sus oidos.

– Hay un sujeto en la sala, está buscando a Leah.

Dylan se levanta rápidamente y no lo detenemos, aveces era mejor hacerlo pensar que su deber era asustar a todos los pretendientes de su hija.

Leah se levanta de la cama y camina a mi comoda.

– Mama. –me mira a través del espejo– ¿Puedo preguntarte algo?

Es mi turno de levantarme, cuando llego a su lado, comienzo acomodar su cabello. Sus ondas rubias con pequeños mechones rosados, cosa que hizo sin mi permiso, me hacían recordar lo joven y rebelde que algún día fui.

– Claro, cielo.

– ¿Alguna vez estuviste en un triángulo amoroso?

Detengo mis movimientos, ¿qué?

– ¿Por qué la pregunta, Lee Lee?

Ella rueda los ojos, odiaba que la llamáramos así.

– Es que tengo... una amiga, que tiene un chico que le pidió tener algo con ella... pero ella quiere aceptar y al mismo tiempo no. Aunque ahora apareció un chico, de esos que pueden hacer su mundo de cabeza, pero en el buen sentido.

– Esa amiga suena como a ti. –tomó unos aretes que me regaló Shawn cuando nació Jayden y se los tiendo. –Te van mejor con el peinado.

– El punto es que no sabe que hacer. –procede a ponérselos y los estudia.– Quiero experimentar con ambos.

Bufo. – Pues nunca he estado en un triángulo, pero le diría a tu amiga que evite estar en uno. Son horribles.

– ¿Como sabes que son horribles si nunca has estado en uno?

Sonrío. – Porque una amiga me lo contó.

Ella rueda los ojos. – Bien jugado, Maya Hart.

– Lo mismo digo, Leah Sprayberry.

Escuchamos como Dylan la llama, ella se aleja mirando su aspecto y antes de que salgamos de la habitación se detiene.

– ¿Podrías hacerme una favor?

– Dime.

– ¿Puedes pedirle a Alan y Adrien que vengan a la fiesta de Heather?

Suspiro. – ¿Porque no lo haces tú?

– Después Alan pensará que lo quiero ahí, lo cual no es cierto. Lo hago por mi amiga.

Me cruzo de brazos. – Pues llama a Adrien.

Ella se tensa. Mm.

– No tengo su numero.

– Te lo pasare. –ella niega.

– Solo hazme ese favor mamá, ¿sí?

Asiento.

– Gracias mami. –me da un beso en la mejilla. – Eres la mejor.

Leah Meets WorldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora