Leah.
– Sigues sin decirme porque te quitaron el auto. – vuelve a preguntar mi hermano mientras espera la luz verde del semáforo.
– Mamá exageró –ruedo los ojos– solo llegue manejando un poco tomada y se puso histérica. Papá me quito las llaves solo para que dejara de gritarle, ya sabes como se pone Maya Hart.
Jenna ríe. –De hecho, grabe todo el regaño que se llevó la rubia. Fue épico. –se apoya en el asiento de mi hermano y susurra. – Si quieres te lo envío.
Alan sonríe seductoramente y asiente.
Su amigo a su lado tiene la cabeza apoyada contra el vidrio de la ventana del auto, no ha dicho palabra alguna. No era novedad, siempre había sido un tipo callado.
Una vez aparcamos frente a la casa de la pelinegra, esta me mira a la vez que toma su bolsa y la coloca en eso hombro.
– ¿Vendrás a mi práctica mañana, verdad?
– Por supuesto. –me da un abrazo y se baja del auto, despidiéndose.
Noto que mi hermano se queda observándola hasta que cierra la puerta de su casa. Frunzo el ceño.
El camino a casa de los abuelos fue corto, o así lo noté ya que me había quedado dormida.
En el momento en que entramos, todos saltan a los brazos de Alan. Mamá llora y le llena la cara de besos.
– Mi bebé ha vuelto, mi pobre bebé. –Alan ríe, tratándose de alejar de ella.– Gracias por llamarme todos los días, malagradecido. Te pierdes un año y no te dignas de llamar a tu pobre madre.
– Maya, hace dos meses lo viste. –habla papá y me mira rodando los ojos. –Hola, Adrien.
El rubio le da una mirada amable.
– Señor Sprayberry. –mamá carraspea, el rubio añade:– Señora Sprayberry.
Mamá le da un abrazo también y le da un beso, aunque era gracioso ya que Adrien era mucho más alto que ella.
– Basta de llamarme así, soy Maya. Aparte aún no llevo el apellido Sprayberry.
– Por qué no has querido. –bufa papá.
Me alejo sin que me noten y busco al abuelo Shawn, lo encuentro hablando con un hombre castaño y una señora de cabello largo y del mismo color.
– Hola, abuelo. Feliz Cumpleaños. –le doy un abrazo y este sonríe.
– Pero si es mi pequeña no tan pequeña.–besa mi frente.– ¿Cómo estas, Lee Lee?
– Lo normal –me encojo de hombros– Dándole dolores de cabeza a mamá y dejando mi marca en el mundo.
El abuelo niega con la cabeza mientras sonríe. – No me sorprende, tu madre era igual. De hecho, le causó muchos dolores de cabeza a Cory, ¿cierto?
El hombre asiente. – Muy cierto. –me tiende la mano. – Soy Cory Matthews, y esta es mi esposa Topanga.
Le doy la mano a ambos y ellos sonríen.
¿Estas personas solo eran sonrisas?– Leah Sprayberry. –me presento, noto como la mujer alza una ceja al escuchar mi nombre.
Abre la boca para decir algo, pero el oportuno de mi hermano aparece.
– Abuelo, feliz cumpleaños. –Jayden hace un saludo de mano todo extraño con el abuelo. – Hola, Profesor Matthews.
– Jayden. –saluda Cory.
Entre los cinco comenzamos una conversación, hasta que mi otro hermano hace acto de presencia.
– Viejo, me sorprende que aún estés vivo.
Shawn lo mira mal y rueda los ojos, Alan le da un abrazo varonil y cuando se separan mi abuelo tiene una sonrisa en los ojos.
– No se si conocen a este anormal, es mi hermano Alan. Perdónenlo, se cayó cuando estaba pequeño y quedo así de retardado. –el susodicho me mira mal.
– Sin duda eres la hija de Maya. –habla Cory y se lleva la copa a la boca.
Mamá aparece poco después con la abuela para informarnos que es hora de cortar el dulce. Llegamos a la cocina y Alan toma una galleta, Adrien lo imita.
– ¿Que no te cansas de comer?
– Leah, cuando puedes comer sin engordar debes aprovechar ese privilegio.
Suspiro.
¿Cómo mamá había dado a luz a un ser tan presumido?
Procedemos a cantarle el cumpleaños al abuelo, para cuando terminamos el gremlin de mi hermano lleva más de seis galletas.
Ayudó a mamá a repartir el dulce, de tanto verlo termino sin ganar de comer. Observo a los invitados, los cuales no eran muchos, veo a mis hermanos reír con papá y Adrien mientras hablan.
Me quedo mirando detenidamente al ultimo, observo sus dedos tocar sus labios y dar un mordisco a estos cuando los suelta.
Nunca había quedo besar tanto unos labios.
Jayden lo hace reír aún más y su cabello cae sobre sus ojos, otra vez su mano llena de tatuajes se aparta el pelo de la cara y se pellizca el puente de la nariz.
Nunca había querido recorrer otro cabello con mis dedos.
Suspiro, debía dejar de mirarlo antes de que alguien me notara.
Tomo una de las galletas, y le doy un mordisco.
Madre mía.
Eran una deliciosa. La masa era crujiente, el toque a vainilla y canela era exquisito.
Doy otro mordisco, casi suelto un gemido cuando la masa comenzó a diluirse en mi boca. No era tan dulces, pero el toque de jengibre le daba un sabor maravilloso.
Esperen, ¿jengibre?
Alzó la mirada y veo como Alan comienza a arrascarse el cuello mientras tose. Busco a mamá con la mirada y la localizo hablando con la señora Topanga, me acerco a ella.
– Mamá. –la interrumpo en medio de la conversación, esta se gira y noto que su mirada es de enojo.
–Leah, ahora no. –dice con un tono de voz mortal.
Insisto al notar que los ojos de mi hermano comienzan a ponerse rojos mientras papá lo observa alarmado.
– Mamá, las galletas tienen jengibre y Alan comió media docena.
– Demonios, ese niño de milagro no es alérgico al aire. –suspira esta.
Mamá va con mi hermano, le doy una sonrisa a la señora a modo de disculpa y sigo a mi progenitora.
Cuando nos acercamos a la sala, Alan está teniendo problemas para respirar y todos lo miran asustados.
– Dylan, busca mi bolso al carro. –papá como siempre que Alan tiene uno de sus ataques, se vuelve un manojo de nervios por lo cual Adrien se va en busca del objeto.
El rostro de mi hermano comienza a tornarse de otro color y mis nervios aumentan, por más que me cayera mal era mi hermano y no me gustaba verlo así.
El rubio vuelve y le tiende el bolso a mamá, esta rebusca en él y saca una inyección.
Con mi ayuda se la colocamos, y mientras Adrien le da conforte, observamos como se va recuperando.
Pasan los minutos, antes de que el afectado sonría.
– Esas galletas valieron la pena.
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Leah Meets World
FanfictionLeah nunca ha seguido las reglas. Suponía que eso era algo genético. Se encontraba en su último año de secundaria, y a su corta edad había tenido todo lo que había querido. Cada capricho que tuviera en su cabeza, era cumplido en horas. Bueno, no t...