Capitulo 45

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Arizona.
Desnuda en la cama los ojos de Callie me devoraban y su mirada irradiaba admiración como la primera vez que lo hizo. Se inclinó sobre mi en cuatro apoyos y quedamos frente a frente.
Aunque aún me daba inseguridad mi cuerpo, Callie hacía ese sentimiento diminuto.

Callie: Eres preciosa.

Me sonrojé y ella bajó con sus besos desde la comisura de mi labio hasta mi cuello y el inicio de mi clavícula, podía sentir como con solo eso la humedad entre mis piernas cada vez se hacía más y más creciente.

Volvió a mi boca y me besó de tantas maneras tan bestiales que solo me hacían desearla más, su lengua caliente en mi boca era todo lo necesario para estar derritiéndome bajo ella.

Me hizo girar en la cama y ahora estaba de espaldas hacia ella, pasó su uña corta por toda mi columna vertebral haciéndome vibrar, después de su uña fueron sus besos los próximos en acercarse desde mi espalda hasta rozar con mi trasero, me viró de nuevo y se levantó comenzando a quitar sus prendas restantes hasta que quedó en las mismas que yo.

En mi boca nuevamente yacía ella, pareciera que nunca podría saciarse de mis besos ni yo de los de ella. Su lengua corrió hasta la larga extensión de mi cuello y lamió de principio a fin.

Callie: Tu aroma es exquisito.

Cuando mordió levemente mi clavícula simplemente grité, un grito desde la garganta combinado con un gemido reprimido, se volvió a perder entre mi cuello y mi boca mientras yo me sujetaba de sus brazos, sus perfectos brazos. Era tanta mi urgencia porque ella me tomara que la desesperación y palpitación de mi centro era insoportable. Lentamente aún arriba de mi su mano inicio a recorrer mi cuerpo desde mis hombros hasta la cadera deteniéndose ahí y buscando algo más.
Sin rodeos su mano empezó masajeando levemente mi clitoris, separó un poco mis piernas para luego perder sus dedos entre mis pliegues haciéndome cada vez jadear y gemir más fuerte.

Encontró su objetivo e introdujo un dedo ya estaba tan desesperada y el dolor en mi vientre por la impaciencia crecía, comencé yo misma a frotarme contra su mano para que lo hiciera más rápido, metió otro dedo y era primoroso el sonido que hacía el choque de su mano contra mi. Yo gemía justo a lado de su oído.

Mis piernas apretaron su mano y mi orgasmo se hizo presente, esa liberación fue la clara demostración de cuánto la extrañé.

Sin darme tiempo a nada bajó con besos por todo mi cuerpo encendiéndome de nuevo llegó a donde quería, flexionó y abrió mis piernas, su boca fue directo a devorarme llevándome al borde, tomé su cabeza entre mis manos para acercarla completamente a mi, mis caderas se elevaban con cada hábil movimiento que hacía su lengua, ella sin duda sabía como complacerme.

Levantó su hermoso rostro de entre mis piernas y pude ver sus labios brillar con la evidencia de el placer que ella ocasionaba y me sonrió, su boca volvió a lo que estaba haciendo y yo no paraba de gemir sabía que en cualquier momento me vendría por ella, su mano caminó hasta el encuentro con mis pechos y comenzó a apretar mi pezón entre sus dedos jalándolo haciendo que cada vez este se erizara más.

Sentí como mis piernas automáticamente se cerraban debido al orgasmo pero ella las mantenía en su lugar y seguía la dulce tortura, no pude más y me dejé ir escandalosamente en su boca gimiendo su nombre que retumbaba en toda la habitación. Se lanzó a mis brazos y su cabeza reposó en mi pecho mientras intentaba regularizar mi respiración.

Callie: Sabes cuánto te amo verdad?

Arizona: Lo sé, también te amo como no te imaginas.

Callie: Una ducha? Estoy realmente muerta.

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