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- ¿Crees poder hablar ahora? - preguntó con paciencia

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- ¿Crees poder hablar ahora? - preguntó con paciencia. Arrodillado ante la cama donde se encontraba sentado el otro, cabizbajo.

Aesop seguía mirándole espectante, y es que desde hace como dos horas de llegar a su hogar. Joseph no entablaba conversación.

Suspiraba más cada vez, no había forma de que éste fuese a hablar sobre lo sucedido, estaba completamente ido y lo suficientemente cansado, lo podía notar.

Carl Aesop solo necesitaba saber, quien era este "él" que lo había lastimado tanto, para ir con todo respeto a romperle la cara.

Joseph aveces parecía querer hablar, pero como hacia ya desde hace un rato, guardaba silencio.

El de ojos grisáceos sentía que no podría sentirse más agobiado.

Se levantó de su lugar, dispuesto a dejarlo descansar durante un rato. Beso su frente y dejó al aire un "todo estará bien", que pareció tranquilizarle un poco más.

Luego de aquello, salió de la habitación listo para preparar algo de cenar, pues ambos necesitaban comer algo, Joseph debía de comer y el necesitaba tener su estómago tranquilo para pensar.

Se dispuso a preparar algo de sopa, la noche era fría y nunca caía mal un poco de caldo caliente para el estómago. Además, estaba casi 100% seguro de que el chico de ojos azules que se encontraba en su habitación, no sería capaz de comer otra cosa.

Por supuesto, era una teoría por experiencias vividas. De las cuales Carl prefería no recordar.

Algunos minutos más tarde termino su cometido, sirviendo y poniendo la mesa justo como sus padres le enseñaron. Joseph, -por otro lado- se veía dispuesto a acercarse, ya que se encontraba a las puertas de la habitación mirando lo que hacía.

"Tal cual niño pequeño" pensó, reteniendo una sonrisa de ternura entre sus labios con un poco de esfuerzo.

- puedes venir a comer, ya está listo - pronunció y espero. Mientras esté dudaba en acercarse, aunque haciéndolo de todos modos.

Le apartó una silla como cualquier buen caballero y espero a que este se sentase, al parecer, disfrutando del aroma de aquella sopa.

Se sentó a su lado dispuesto a comer, haciéndosele algo gracioso como este batía el caldo sin probar en ningún momento.

- no te va a morder, ¿Sabes? - Alzó una ceja con diversión, mientras esté se tensaba y parecía enrojecer.

Al menos se veía mejor que antes.

- no es que... - este suspiró, apretando los labios y frunciendo el ceño de una manera que se le hizo extremadamente tierna - nunca he probado un caldo - admitió, en un tono bajito, como si estuviera contando la cosa más vergonzosa de su vida a todo un público.

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