si tan sólo él no existiera, tendría una vida más fácil para sobre llevar.
tal vez su corazón no tendría latidos tan fieros, ni sus noches tan firmes recuerdos sobre él.
tal vez, si no fuera como es, si su sonrisa no le hiciera las mejillas arder y...
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¡PAF!
Los ojos azules se habrían de más, sorprendidos.
Su cabeza ahora ladeada hacia la izquierda en contra de su voluntad, sus cabellos desordenados, su mejilla que se enrojecía y el eco de aquella bofetada que se le fue otorgada resonando por todo el salón.
- eres una vergüenza para esta familia - sus dedos se deslizaron con temblor hacia su mejilla derecha, aturdido e incapaz de reaccionar más que con lentitud - tienes exactamente 3 segundos para largarte de mi vista antes de que cometa un delito - su vista se volvía borrosa ante las lágrimas. Pudiendo ver apenas la figura de su padre y la de sus hermanas, quienes observaban con el mismo aturdimiento desde detrás, tal escena.
Joseph no entendía...como...¿Porque ocurría esto?...
- uno - sollozó sin poder evitarlo, retrocediendo con pesar. Podía divisar sus vestidos en el suelo, todos desgarrados y sucios, sus moños, zapatos, inclusive el maquillaje. Todo desparramado y destrozado en el suelo, justo al lado de su figura paterna - dos - pronunció aquel hombre frente a él, con tal profundidad y odio que le hizo hasta querer vomitar por los escalofríos que le producía en su interior.
Ese día, justo en ese momento.
Joseph Desaulnier había salido corriendo, echado prácticamente a patadas de su propio hogar.
Camino sin rumbo entre sollozos, preguntándose interminablemente como le podía pasar aquello. Se abrazaba el estómago sintiendo que éste se revolvía con lentitud. Un sabor amargo inundaba su garganta sin pare alguno. Se sentía frío, y no paraba de sudar hasta que vómito.
Lo poco del almuerzo que había comido gustoso ese día se había ido por el caño, o más bien, directo a aquella esquina donde se encontraba el poste de luz de la avenida.
Sus piernas le fallaban, sentía que no podría mantenerse en pie ni un poco más, era incapaz de dar algún paso hacia delante.
La acidez se apoderaba de su garganta mientras sollozaba sin detenimiento.
Nunca en su vida se planteó que podrían...que su padre sería capaz de botarlo a la calle de tal forma...o inclusive...
Acarició su mejilla con temblor, tenía los dedos helados y una sensación de entumecimiento en el lado derecho de su rostro.
