si tan sólo él no existiera, tendría una vida más fácil para sobre llevar.
tal vez su corazón no tendría latidos tan fieros, ni sus noches tan firmes recuerdos sobre él.
tal vez, si no fuera como es, si su sonrisa no le hiciera las mejillas arder y...
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- muy bien alumnos, hoy en su primer día estaremos dando los comunicados en el gimnasio a las 2 de la tarde, nadie puede faltar - toqueteo sobre la mesa con unas tijeras, importándole una mierda las palabras del rector a través de los megáfonos de la escuela - se darán a conocer los eventos de mediados de invierno hasta- - mucho parloteo, enserio, ¿porque tenia que ir a la escuela?
Los primeros días de clases no se impartía nada, sólo se creaba un ambiente recreativo en el que, -se suponía- debían conocerse y llevarse bien.
Sin embargo
Llevarse bien con alguna persona era algo que no existía en el vocabulario de Carl Aesop. Sólo asistía porque no era un chico que faltará si no se trataba de una situación extrema. Le gustase o no, su futuro era aparentemente importante, ¿y mejor que estar en casa?, sí podía ser.
Miro con disimulo a los integrantes del aula, desde aquella esquina al principio de las ultimas filas del salón, la más alejada de la puerta y posiblemente, el área más segura entre todos esos animales.
Veía a un par de personas que serían fácilmente un blanco para los, -al menos- tres idiotas del salón, conociendo bien a uno de ellos. Paso su mirada hacía las chicas, mayoría en el salón damas, gracias al cielo, un club feminista y denotese su sarcasmo. Un par de deportistas, unas tres liberalistas y...¿un chico escribiendo?
¿el primer día?
Su mirada se posó sobre él, estaba a unos cuantos asientos del suyo hacia la derecha y atrás, siendo ignorado por completo justo como él.
Cabello rubio, ojos miel, tes blanca y largas pestañas. Perfectamente uniformado y con manos finas doblando el papel sobre el que escribía hace tan sólo un rato.
Parecía en su totalidad un blanco de bullying.
Y no se equivocaba, tan pronto como lo pensó, ya se acercaban los tres idiotas a molestarlo, bien fichados en su cerebro de meses atrás.
Joker, Pierson y el peor aunque no se hiciera notar, Luca Balsa.
No era el más alto, el más fuerte o el más listo, pero si todo un problema de ser humano.
Este se encontró pronto azotando su mano sobre la mesa de trabajo del chico rubio, y este en respuesta dio un pequeño respingo hacia atrás y los miro, con una sonrisa y gritando con su rostro su gran confusión.
Pobre chico... él le daría una gran vela en el cementerio de su familia, le buscaría flores de color amarillo para hacerle bien a su tumba.
- ¿pero que tenemos aquí? - diviso como Balsa tomaba las hojas de papel sobre la mesa del rubio, balanceando con sus manos como si fueran para jugar - ¿cartas?, por si no te informaron, niño - apretó las manos cuando escucho otro azote sobre la mesa de aquel chico - esto es el siglo 21 - Carl Aesop ya no quería ver más.
