[FANFIC SUJETO A EDICIÓN Y CORRECCIÓN]
Muchos pensaban en Suki como una chica afortunada. Hija menor de la cabeza del clan Uchiha, con un gemelo y un hermano mayor talentosos y admirados. Pero la realidad no es como todos la creen. Ser hija de la ca...
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★Sasuke★
—¿Crees que es una buena idea haberla dejado junto a Shisui?
Mi vista seguía enfocada en el camino frente a nosotros, atento a todo movimiento dentro del distrito Uchiha, pero sentí la mirada de Itachi mirarme de soslayo sin disminuir el ritmo veloz de nuestros pasos.
—No hay mejor persona que se encargue de su seguridad, confío en él no solo como mejor amigo, sino que como shinobi también —Respondió con completa seguridad.
Apreté la mandíbula de forma automática, intentando no pensar en las palabras de Keitaro pero fracasando enormemente.
—¿No te preocupa lo que él dijo? —Indagué devolviendo su mirada de soslayo, viendo su expresión neutral y notando el brillo de comprensión en sus ojos.
—Suki dejó de ser una niña por más que cueste entenderlo, al igual que tú ya no eres el niño que solías ser —Razonó apresurando un poco más el paso al distinguir la vivienda de Katsuro a la distancia, uno de los ninjas de nuestro clan ya se encontraba vigilando la puerta en espera de nosotros—. Además, no eres el indicado para juzgar su decisión, tampoco lo soy yo. Ambos cargamos con peores pecados.
Mis encuentros con Keitaro. Su aparente enfermedad, que aún tenía miedo de recibir una confirmación de ello, y su idea de detener el Golpe de Estado.
Desvíe la mirada a un punto lejano, centrándome en nada más que los pensamientos que abarrotaban mi mente.
Sabía que Itachi tenía razón en sus palabras, los dos habíamos traicionado al clan de alguna manera u otra. Incluso cuando no sabía quién era realmente Keitaro cuando trabajé para él no significaba que mi accionar pueda justificarse.
«—Veo en tus ojos el corrupto deseo de poder. Pero el poder que tú buscas no es el que conseguirás si no arriesgas algo a cambio. Yo puedo darte lo que tu ambición anhela, pero el precio no será barato.»
Esas palabras que en un momento no consideré lo suficiente habían sido una clara advertencia; Keitaro no había mentido, fui yo quien acepté la tentadora oferta que quedaría en el historial de mi vida como una mancha oscura que cada día fue pudriéndose más y más.
El sentimiento de creerse poderoso era adictivo, se había vuelto tan necesario en mi vida que el asesinar para él a cambio de más conocimientos prohibidos era tan simple como un depredador cazando a sus presas para subsistir.
Pero el verdadero depredador no era yo, sino Keitaro.
Fui presa fácil, me aferré al anzuelo sin saber que en la superficie había alguien más esperando para devorarme.
