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"... Elige bien a tu pareja,

porque es el reflejo del amor

que te tienes

a ti mismo..."

Pov Sicheng

El viento comenzó a rugir con fuerza, haciendo, que las ramas de los árboles golpeasen brutalmente contra mi ventana.

El cielo parecía estar a punto de agrietarse por los rayos y truenos que había.

Las gotas de lluvia morían contra el cristal, mientras mis lágrimas caían sin final.

Una enorme angustia se plantó dentro de mí, y el miedo me puso tan vulnerable que me tapé completamente con las mantas, intentando desaparecer.

Por primera vez desde hace mucho tiempo, fui consciente del malestar de mi lobo y la ansiedad con la que llamaba a nuestro alfa buscando seguridad.

Minutos más tarde mi teléfono sonó, y me vi a mi mismo sonriendo como tonto frente a la pantalla, al ver la foto de perfil de la persona que me llamaba.

Mi omega movió la cola emocionado sintiéndose seguro al escuchar su voz.

-¡Yuta!- balbuceé emocionado entre lágrimas.

-Cariño ¿estás bien?- preguntó preocupado y por dios que casi me caigo de la cama del salto que dio mi omega, enderezando las orejas y olfateando el aire buscándole.

Cuando me dijo que dejaríamos toda la noche la llamada en curso y comenzó a contarme aquel cuento infantil con la que su madre lo arrullaba, todo mi ser quedó derretido, como un helado bajo el sol por aquel tono de voz grave y ronco pero extremadamente dulce que utilizaba.

Cada terminación nerviosa de mi cuerpo parecía desvanecerse ante aquella melódica voz.

Mi lobo se recostó tranquilo, ronroneando en lo bajo por el cálido efecto de su alfa, haciéndole saber que estaba aquí protegiéndonos, aunque sea a la escasa distancia que nos separaba.

Me dormí casi sin quererlo, porque realmente quería escuchar el final de la historia, pero no pude aguantar cómo me pesaban los ojos y la increíble tranquilidad que me inundaba.

Desperté la mañana del cuarto día apresurado, porque ya casi llegaba tarde a la universidad.

Sin quererlo, había quitado el sonido del teléfono por los miles de mensajes de quien aún era mi novio, y sin pensarlo había apagado el sonido de la alarma.

Cuando por fin el reloj dio la hora de volver a casa, alguien estaba esperándome sentado en las escaleras de entrada del edificio, con un enorme oso de peluche en brazos y un ramo de rosas rojas en la mano.

Corrió hacia mí al ver que yo había quedado petrificado en mi sitio sin que mis piernas hicieran nada por responderme.

-Taeyong, ¿q-qué haces aquí?- pregunté tartamudeando nervioso.

-Sicheng, lo siento mucho, por favor cariño, perdóname, estaba desesperado y perdí la cabeza, te juro que no volverá a pasar- soltó de golpe extendiéndome el bonito oso de peluche y entregándome el ramo.

-Tae, yo...- intenté hablar, pero no me dejó, poniendo sus manos acunando mi rostro y acercándose hasta apoyar su frente en la mía.

-No digas nada, mi amor, sé que fui un imbécil y que estás muy enojado conmigo, pero te amo más que a nada en el mundo y no sería capaz de vivir sin ti, por favor, no me dejes, haré lo que sea que me pidas, respetaré tus amigos, no volveré a intentar sobrepasar tus decisiones, te juro que cambiaré y lo haré por ti, porque te amo, Sicheng, dame otra oportunidad ¿si?- rogó con la voz rota a punto de llorar.

The Brand YuwinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora