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"...Amar es que te abriguen.

no importa de que:

el frío, los miedos, el mundo, las dudas,

algunas tormentas y a veces,

hasta de ti mismo..."

Pov Yuta

El tiempo fue pasando con calma, los días se convirtieron en semanas y las semanas en meses, mientras nosotros seguíamos luchando, asistiendo a las terapias psicológicas e intentando devolver la alegría a la vida del lobo de Sicheng, que seguía temiendo y se negaba por momentos a aparecer.

-Yuta...- susurró Sicheng sobre mi oído con voz melosa, mientras se sentaba a horcajadas sobre mi regazo, en la silla donde yo estaba tomando café.

-Ummm- respondí con un ruido de garganta para que sepa que le escuchaba, dejando besitos húmedos en su cuello, haciéndole cosquillas.

-Q-quiero-o...- soltó la palabra con un jadeo, ya que se estaba refregando descaradamente en mi entrepierna.

-¿Qué quieres mi vida?- pregunté tomándolo de las nalgas y presionándolo con más fuerza contra mí para que el roce fuera más intenso.

-Q-quiero q-que me m-marques- afirmó mirándome, mordiéndose el labio inferior, reteniendo un gemido.

No dije nada pero agarré con fuerza su mandíbula y solo me quedé observando en silencio, tomándolo de la nuca para besarlo con profundidad, enredando mi lengua con la suya en una guerra frenética.

Entre aquella lucha de mordidas y lenguas sus manos levantaban mi camiseta y en un movimiento rápido también me deshice de la suya, dejando notorias marcas sobre su pecho.

Colé una mano por debajo de sus bóxer, accediendo a su entrada para jugar un poco y su espalda se arqueó, retorciéndose ante el toque y pidiendo más con un jadeo.

Llevé uno de sus pezones a mi boca, lamiendo y chupando con fuerza, escuchando los quejiditos que se le escapaban, mientras él se agarraba de mis hombros para no caer.

No pasó mucho para que estuviéramos totalmente sin ropa, sacándola torpemente y riendo, sentados en aquella silla de la cocina, con el montándome desesperado y yo tocando el cielo.

-Alfa, márcame- rogó cuando ya estaba al límite de la cordura.

Mis colmillos picaron saliendo de forma dolorosa y no lo pensé ni media vez.

Hundí mis dientes en aquella hermosa y blanquecina piel, corriéndonos ambos al instante, con el orgasmo más maravilloso e intenso que podríamos haber sentido nunca.

Lamí la herida, llevándome las gotitas de sangre que habían quedado allí y entonces lo vi.

Mi omega y sus enormes ojos violetas sonriéndome, acercándome a él para que le besara otra vez, ahora con calma y dulzura.

Pude sentir dentro de mi pecho como una oleada de sensaciones me invadía.

Como si un hilo invisible de pronto nos conectara.

Era como un huracán de pensamientos arremolinados y aquello fue arrollador.

Ahora estábamos unidos, alfa y omega hasta el fin de nuestros días.

Se lo daría todo de mí, sin restricciones.

Tendríamos los ocho cachorros que él quería, y le compraría la casa que soñaba.

The Brand YuwinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora