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"...Tengo que dejarte ir,

pero créeme,

daría todo

para que te quedes..."

Pov Yuta

-¿Taeyong?- volvió a repetir la pregunta que había quedado en el aire.

Tuve que agarrarme con fuerza de la mesada para no caer ante mis rodillas que de improviso parecían ceder ante mi peso.

Me giré despacio, temiendo en realidad el momento de verle a la cara.

Mi triste mirada se encontró con la suya y tragué saliva al apreciar que sus hermosos ojos violetas ya no estaban, en su lugar, un color miel se había apoderado de ellos y me sentí morir en aquel mismo instante, arrastrando mis pies para acercarme un poco a él que me observaba confundido.

-Taeyong no está aquí ahora, pero si quieres puedo explicarte todo con calma- dije con voz baja para no asustarle.

Quería que no notara el temblor en mi voz, quería que no sintiera el sonido de mi corazón rompiéndose poco a poco, quería tantas cosas, que mi mente se puso en blanco y de repente no supe qué era lo que le tenía que decir.

Los latidos martillaban con fuerza contra mi pecho y algo tan simple como una pregunta se atoró en el nudo que obstruía mi garganta.

Tenía que ser fuerte, por mí, por él, por los dos, pero solo dios sabe cuánto me costó formular aquellas simples palabras, que salieron de mi boca como un susurro.

-¿Sabes quien soy?- le pregunté con la respiración casi ahogándome.

Un largo silencio tortuoso reinó en la sala y el simplemente negó con la cabeza.

Aquel sencillo gesto fue una puñalada directa al centro de mi corazón, desgarrándolo, rompiéndolo en más pedazos, si es que cabía la posibilidad de que eso pasara.

Un par de gruesas lágrimas se deslizaron por mi mejilla y aspiré hondo para conseguir un poco de compostura.

-¿Dónde está Taeyong?, ¿por qué estoy aquí?, ¿y por qué llevo tu ropa puesta?- cuestionó atropellándose con las palabras, demostrándome que estaba nervioso y asustado.

-Siéntate y te lo explicaré, pero debes estar tranquilo, luego que hablemos llamaremos a Tae para que venga a buscarte ¿estás de acuerdo?- dije temblando.

-Te escucho- respondió sentándose en el sofá más alejado de donde yo estaba.

Le miré y pude ver tantas cosas en sus ojos que no podía creer como todo lo que vivimos, todas las caricias, los mimos y las noches abrazados hubiesen desaparecido así de repente.

-¿Mi aroma no te dice nada?- cuestioné con cautela.

-No, pero me es familiar- dijo dudoso de sus propias palabras.

La única esperanza que me quedaba, que él me reconociera como su alfa, se había reventado como una pompa de jabón.

Lo había perdido... de la manera más cruel posible.

Todo lo que él y yo éramos, se había escondido en algún lugar recóndito de su memoria, y yo desesperado, no sabía exactamente qué tenía que hacer.

-¿Qué es lo último que recuerdas?- pregunté con calma.

-Recuerdo que entré al baño y un alfa asqueroso se me echó encima, tocándome y arrancándome la ropa, cuando comprendí lo que iba a pasarme cerré los ojos con fuerza y mi lobo gritó pidiendo ayuda, pero de ahí en adelante no recuerdo más, ¡dime que no me hizo nada!- soltó empezando a sollozar.

The Brand YuwinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora