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"...El problema es que los humanos

tienen el don de elegir

precisamente las cosas que

son peores para ellos..."

Pov Sicheng

Corrí y corrí desesperado costándome respirar, casi sin poder ver donde pisaba por las lágrimas que iba derramando en el proceso.

Mis pies me llevaron sin aviso hasta el parque donde fuimos con Yuta más de una vez a mirar los patos.

Me senté a la orilla del agua y un montón de recuerdos vinieron a mí, como una gigante ola que te aplasta sin que te dé tiempo para escapar.

De repente la voz de Yuta resonaba en mi cabeza, diciéndome una y otra vez "alfa cuidara de omega" "prométeme que no me olvidaras".

Me recordé a mi mismo sentado entre las piernas de él, comiendo helado, sintiendo el calor de su pecho pegado en mi espalda, el tacto suave de su mejilla rozando suavemente la mía y en ese mismo instante me sentí morir.

Sin embargo, todas aquellas imágenes se vieron eclipsadas por el recuerdo del primer día que vi a Taeyong.

Cuando le conocí, pensé que no podría haber en el mundo un alfa más guapo que él, la soltura con la que se me acercó, aquella sensación de sentirte importante, de ver que por fin le interesas a alguien a quien quieres.

Mi corazón revoloteó como loco cuando me dijo aquel primer te amo, nunca nadie me había amado y la emoción me invadió recorriéndome entero.

El frío empezó a hacerse presente a mi alrededor, pero eso no me importó.

Sentía el alma desgarrandoseme por dentro y no podía parar de llorar.

¿Porque tenía que tomar una decisión así?, ¿que había hecho yo para merecer todo lo que en mi vida me había pasado?

Quise por un momento desaparecer y que el mundo entero detuviera su inexorable avance.

Es difícil para los humanos salir de su zona de confort, aunque todo a tu alrededor te diga que debes huir de allí, pero si a eso le sumas que tu lado lobo aún tira para el contrario es mucho más difícil saber qué hacer.

Al menos algo sí tenía claro, mi omega reconocía y llamaba desesperado a Yuta, pero mi corazón... ese era el problema...

Mi corazón no tenía decidido quién era el dueño de sus latidos y como otras tantas veces en mi vida, tuve miedo.

Miedo de tomar la decisión equivocada, perder el corazón por seguir a mi lobo, o perder a mi otra mitad por seguir mi corazón.

Miré la hora en mi teléfono, que lo había puesto en modo avión para poder de alguna manera escuchar mis pensamientos, al menos por una vez.

El reloj marcaba las 20,30 hs, ya había anochecido y yo aun seguía aquí, sentado, llorando, envidiando la tranquila vida de los patos que se acercaban a mí y marchaban frustrados al ver que no les daba comida.

Me levanté a regañadientes, muerto de frío.

Sintiendo mi alma entumecida y deseé con todas mis fuerzas que mi madre estuviera aquí, dándome esos abrazos que me consolaban con tanto amor.

Llenándome de besos, prometiéndome que todo estaría bien, que estaba seguro a su lado.

Volví a llorar de camino a casa recordando a aquella omega que me dio la vida y su forma de entregar su felicidad para protegerme.

The Brand YuwinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora