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"... La vida es como un rompecabezas,

cada pieza tiene una razón,

un lugar y un porqué.

No insistas en colocar piezas

donde no caben..."

Pov Yuta

Aunque quisiéramos fingir que nada había pasado y todo estaba bien, la realidad nos golpeaba con fuerza cada día a la cara.

Nada estaba bien.

Sicheng había intentado suicidarse y fue la mañana siguiente al despertar, cuando supe de verdad hasta el punto que había llegado.

Apenas se levantó de la cama caminó hacia mí en silencio, abrazándome, hundiendo la nariz en mi cuello apenas susurrando:

-Lo siento, siento tanto que hayas tenido que presenciar eso-

-Estoy aquí contigo, lo solucionaremos, todo estará bien mi omega, porque te amo y no me alejaré de ti- afirmé acunándole con cuidado.

-¿Qué pasará ahora?- preguntó asustado, vergonzoso de mirarme.

-Buscaremos ayuda para que superes eso, pero por favor, no vuelvas a intentar algo así, yo no podría vivir sin ti- rogué, siendo esta vez yo quien lloraba en su hombro, liberando todo lo que tenía retenido dentro, el miedo, la impotencia y la rabia.

Pasaron semanas entre clases y terapias psicológicas, en las que apenas veíamos avances, ya que su lobo seguía ausente, pero intentábamos mantener el optimismo aunque fuera difícil, necesitaba algo que le ayudara a querer seguir adelante.

Una cafetería en el centro fue el sitio donde me citó Mingi para encontrarnos.

-Aquí esta toda la información que pediste- dijo extendiéndome un sobre con un folder negro adentro con fotos y datos.

-Gracias, sabía que podía confiar en ti, amigo- contesté con una sonrisa.

-No sé para qué quieres esto, pero ten cuidado, ese tipo es peligroso- sugirió preocupado.

-Lo tendré, no te preocupes- respondí mientras me levantaba despidiéndome para irme de allí.

El sábado por la mañana, desperté a mi omega con el desayuno en la cama y una larga sesión de besos, mimos y caricias.

-Estás muy cariñoso hoy- habló riendo sobre mis labios.

-Es que te tengo una sorpresa... bueno, son dos en realidad- respondí aspirando el aroma a vainilla de su cuello, jadeando del gusto.

-¿En serio?, ¿me va a gustar?- preguntó removiéndose ansioso y alegre.

-Más que nada en el mundo, así que vístete que nos vamos- solté empezando a cambiarme yo también.

Después de unos diez minutos en la carretera, me detuve delante de la florería más grande que encontré.

-¿Qué hacemos aquí?- cuestionó confundido.

-Quiero que elijas dos ramos con las flores más bonitas que encuentres, yo también elegiré uno- expliqué tomando su manito para entrar en el local.

Cuando ya teníamos nuestros tres ramos listos, volvimos a ponernos en marcha.

A medida que nos acercábamos al lugar el corazón comenzaba a palpitarme con fuerza, rogaba a la diosa luna que todo saliera bien y que esto fuera una buena idea.

The Brand YuwinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora