Áxel
Mi conciencia había despertado hacía unos minutos, pero mis ojos se negaban a abrirse. Continuaba teniendo sueño y estaba tan sumamente cómodo que todavía guardaba la esperanza de dormirme de nuevo, pero, por alguna razón, esto no sucedía.
Así que abrí los ojos.
"¿Pero qué...?!"
Mi expresión en aquel momento fue de película. Ni de coña esa era mi habitación, y estaba más confuso que en toda mi vida.
Mi primer pensamiento fue que me había acostado con alguna chica y había pasado la noche con ella en su casa, pero lo descarté enseguida, porque estaba más que claro que aquella era una habitación de hospital. Era un espacio realmente pequeño. Las paredes eran de un color azul claro, y la de mi derecha estaba sustituida por un armario blanco. La puerta estaba al final de un pequeño pasillo junto al armario. Al levantar la vista, pude observar un televisor pegado a la pared. Cuando quise girar la cabeza para examinar la otra parte de la habitación, mi sorpresa aumentó más de lo que nunca hubiera podido imaginar. Había una ventana que desprendía una luz tenue propia del color de las nubes, tapada por unas cortinas blancas y azules que odié al instante. Debajo de esta, un pequeño sofá de color gris ocupaba el resto de la pared.
Pero lo que llamó mi atención fue la chica que se situaba encima de él.
Al verla, mi cerebro fue capaz de atar cabos y recordé al instante cómo había llegado aquí. Blanca estaba sentada con las piernas cruzadas, llevaba el pelo recogido en una coleta y sujetaba entre sus manos un ejemplar de Crepúsculo que leía con tanta atención que ni siquiera se dio cuenta de que yo había despertado. Ya no llevaba la ropa negra que vestía en el restaurante, sino una camiseta gris de manga corta y unos vaqueros. No lo sabía seguro, pero sospechaba que había pasado la noche aquí, conmigo. Era tan preciosa como recordaba, y, de repente, fui incapaz de apartar la mirada de ella, como me había pasado la noche anterior.
—¿Qué hora es? —pregunté mientras me frotaba los ojos con intención de despejarme y dejar de mirarla.
Ella apartó la mirada de su libro, sorprendida, y la puso en mí. Una sonrisa enorme se formó en sus labios y se levantó de un salto para venir a mi lado.
—¡Te has despertado!
—No, todavía estoy durmiendo.
Ella sonrió y siguió hablando:
—Casi olvidaba tu sarcasmo.
—No creo que lo olvides nunca, ya es parte de mí. —Como todavía no había contestado a mi pregunta, añadí—: ¿Y la hora es...?
—Ah, sí —dijo mientras miraba su reloj—. Las nueve y cuarto.
Un suspiro salió de mis labios. ¡Con razón tenía tanto sueño!
Dejé mis quejas a un lado y, lleno de curiosidad, le hice la primera pregunta que se me había pasado por la cabeza al verla esta mañana:
—¿Has pasado la noche aquí?
—Mmm... sí —dijo un poco avergonzada—. Espero que no te moleste. Estaba preocupada y quería asegurarme de que estabas bien. Fui a mi casa para cambiarme y coger un par de cosas, pero volví enseguida. Ah, y quería pedirte perdón. Tenías razón, la tarta de queso no suele llevar cacahuetes y te lo debería haber dicho. —Bajó la cabeza—. Lo siento.
—No ha sido culpa tuya, no sabías que era alérgico.
—Pues ayer no pensabas lo mismo —dijo ahora bromeando—. Podría jurar que me hubieras asesinado si hubieras tenido oportunidad.
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Bajo las Luces de París
Romantizm¿Aceptarías la invitación a tu ciudad de ensueño del desconocido al que acabas de intoxicar, aún sabiendo que puede haber segundas intenciones? El camino de Blanca, una camarera de Barcelona, y Áxel, un cantante famoso y arrogante, se cruzan debido...