CAPÍTULO 8

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Áxel

No podía parar de mirarla, ni tampoco dejar de reír. Observar su expresión emocionada me hacía demasiada gracia como para apartar la mirada de ella.

Caminaba a unos pasos delante mí mientras sus ojos se desplazaban por cada rincón de París, pero aún así podía verle la cara. Sabía que podía escuchar mis carcajadas, aunque era casi imposible no hacerlo, pero estaba tan concentrada admirando el paisaje que me ignoraba por completo. Felipe y Enrique me seguían por detrás, tocándome el hombro cada pocos segundos para recordarme que no debería reír tan fuerte, que la gente se fijaría en mí y empezaría a llamar la atención, lo que era exactamente lo contrario a lo que queríamos. Así que, cuando Enrique me avisó por quinta vez, le hice caso y dejé de reír.

La verdad, a mí tampoco me apetecía demasiado que la gente notara más de la cuenta mi presencia, aunque tampoco era muy difícil reconocerme con la gorra y las gafas de sol, pero era lo máximo que podíamos hacer.

Otra opción, mucho mejor a mi parecer, era ir en coche hasta mi apartamento, hacia donde nos dirigíamos. Felipe y Enrique coincidían conmigo, pero no había sido capaz ni de proponerle la idea a Blanca. Por muy gracioso que me resultara su rostro ilusionado por la simple idea de pasear por calles normales y corrientes de París, no podía quitárselo. No sabía por qué, pero me sentía incapaz de decirle que nosotros preferíamos ir en coche, pues, entonces, yo habría sido el principal responsable de la desaparición de la ilusión que ahora brillaba tan profundamente en sus ojos. Y eso era extraño, porque no solían importarme una mierda los sentimientos de la gente, pero no le di más vueltas a ese asunto y comuniqué a Enrique y Felipe que hoy iríamos andando. Me dedicaron una mirada de protesta, pero pasé de ellos y empecé a avanzar junto a Blanca, que iba la primera a pesar de no saber en que dirección girar.

Como iba unos pasos detrás de ella, mi visión estaba perfectamente posicionada para poder contemplar su cara y su cuerpo a la vez.

"Está buenísima", no dejaba de pensar.

Andaba con la espalda recta y la barbilla levantada para observar cada cosa que se cruzaba en su camino. Vestía una camiseta blanca y ancha, lo suficientemente corta para dejar ver una tira de piel entre esta y los pantalones de chándal negros. Me moría de ganas por poder ver más de aquella piel morena causada por el caliente sol de Barcelona, aunque también podía centrarme en sus piernas, que avanzaban de forma irresistible ante mis ojos hambrientos de deseo. Llevaba los cabellos negros sueltos, volando ligeramente por encima de sus pechos escondidos bajo la camiseta. Me estaba molestando bastante su presencia. Sus ojos verdes resaltaban con más fuerza, como si quisieran recalcar su presencia, y ahora eran del color del césped acabado de regar, estaban brillantemente verdes a causa de la luz del sol.

No sabía si era él el que me estaba provocando el calor o era la chica que tenía al lado, pero, por si acaso, muy a mi pesar, aparté la mirada de Blanca. Y, segundos después, advertí un cambio de temperatura en mi cuerpo, lo que me indicaba que había sido ella quien me había provocado aquella sensación de calor que me había recorrido todo el cuerpo hacía unos instantes. Está claro que, el caliente sol que nos miraba expectante, también había ayudado un poco. Pero solo un poco.

El tiempo del paseo se había acabado, y yo no sabía cómo, ni me había enterado de que habíamos llegado hasta que vi mi apartamento a un par de metros más adelante.

Como había hecho unas cuántas giras y había pasado por los mismos lugares varias veces, hace unos años decidí que sería una buena idea comprar algunos apartamentos en unas pocas ciudades por las cuales había pasado en varias giras, porque sabía que iba a volver. Odiaba quedarme en hoteles, eran demasiados pijos para mí, así que me pareció una buena idea gastarme algún dinero en mis propios apartamentos. Tenía en París, Londres, Nueva York, Barcelona, Venecia y México; mis ciudades preferidas. En parte, entendía la emoción de Blanca al ver por primera vez París, porque yo estaba exactamente igual mi primera vez, pero me divertía de todas formas.

Bajo las Luces de ParísDonde viven las historias. Descúbrelo ahora