Blanca
Seguí a la multitud sin saber demasiado bien adónde se dirigía. Acabé, junto con el resto de la gente, en el impresionante jardín de atrás que se podía ver a través de la pared transparente de la sala donde nos encontrábamos previamente. Un modesto escenario se extendía ante nosotros y pude observar a alguien subiendo desde mi nefasta posición. Me encontraba casi al final, detrás de al menos un centenar de cabezas que cuchicheaban sin demasiada disimulación. La verdad es que no me esforcé en intentar avanzar algunas personas para tener una mejor visión del espectáculo, puesto que me encontraba demasiado ocupada observando las acogedoras luces colgadas encima de mí. No obstante, no desaproveché la oportunidad de andar unos pocos pasos adelante y mejorar mi posición cuando un par de personas delante de mí desaparecieron de mi vista.
Segundos más tarde, cuando las luces dejaron de interesarme, bajé la mirada al escenario y me sorprendió encontrar a Anthony, mi nuevo amigo, con el micrófono en la mano y a punto de presentar al resto de los artistas. No había hablado demasiado con él y no lo conocía en absoluto, pero me había parecido un chico simpático. O eso creía, porque no había escuchado ni la mitad de lo que me había dicho. Suelo escuchar a la gente, y, además, muy atentamente, pero su llegada me había pillado en un mal momento y no tenía demasiado claro de que se trataba la conversación que estábamos manteniendo. Mientras mis labios pronunciaban palabras que mi cerebro no había pensado todavía, mi mente volaba por los recuerdos de unos instantes atrás, antes de que Áxel desapareciera de mi vista sin darme tiempo a pronunciar palabra.
Su broma me había pillado por sorpresa y, por la cara que puso, sabía que a él también. Iba a decirle que no pasaba nada, que me daba igual lo que había dicho y que no me había importado en absoluto su comentario. Pero, justo antes de que mi boca empezara a abrirse, supe que no era así. Que sí que pasaba, que no me daba igual y que sí me importaba. Que, a pesar de haberme convencido de que iba a olvidarlo, pensarlo y hacerlo son cosas muy diferentes. Que continuaba igual que antes, o, si había cambiado algo, era que me había acabado de enamorar. Que me había hecho daño su comentario, pues me había recordado que él no sentía el mismo por mí.
No obstante, mi reacción no fue tan radical como la que sentí semanas atrás, porque, de una forma u otra, sabía que la situación no iba a cambiar. Quería quedarme en París, tenía que disfrutarlo mientras el tiempo me lo permitiera, puesto que sabía que las vacaciones de Áxel tardarían poco en finalizar y yo no podía residir aquí para siempre. Y, por mucho que me doliera ese pensamiento, sabía que, cuando se acabaran, volvería a España y probablemente no vería al cantante de nuevo.
Así que lo dejé estar y decidí hacerle al menos un poco de caso al joven que me hablaba animadamente en aquellos momentos, pero solo podía pensar en que no era Áxel y en que necesitaba hablar con él. Y, cuando apareció, la poca atención que tenía puesta en el simpático presentador desapareció por completo y se centró en él. Sabía que me estaba observando a pesar de no estar mirándolo directamente, y sentí un extraño impulso de hacer como si me lo estuviera pasando bien, de fingir interés y hacer como si escuchara a aquel hombre. Entonces reí sin saber por qué, sin tener claro si lo que acababa de hacer tenía sentido o no. No tengo ni idea de por qué lo hice, supongo que solo fue un penoso intento de poner celoso al chico que no tenía el más mínimo interés en mí.
Mientras Anthony pronunciaba algunas palabras en francés que resultaban prácticamente jeroglíficos para mí, aunque alguna que otra cosa conseguía entender gracias a su similitud al español, fui capaz de distinguir los nombres de los artistas que iban a actuar. Obviamente, el de Áxel Codina se encontraba entre ellos y no pude evitar ahogar un grito al escucharlo. Me moría de ganas por verlo actuar en directo de nuevo.
No tardó nada en subir al escenario y, a pesar del fabuloso nivel de los artistas que lo habían precedido, los superaría a todos. Al menos, esa era mi opinión. Cogió la guitarra situada a un lado del escenario y se la colgó al cuello. Sus dedos frotaron las cuerdas suavemente por primera vez y mi cuerpo sufrió un leve escalofrío al ser completamente consciente de que iba a escucharlo de nuevo. Acercó la boca al micrófono y su voz inundó mis orejas, junto con las del resto de la gente, mientras la melodía provocada por la guitarra empezaba a subir de intensidad.
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Bajo las Luces de París
Romance¿Aceptarías la invitación a tu ciudad de ensueño del desconocido al que acabas de intoxicar, aún sabiendo que puede haber segundas intenciones? El camino de Blanca, una camarera de Barcelona, y Áxel, un cantante famoso y arrogante, se cruzan debido...