Blanca
En ese instante, un escalofrío provocado por los recuerdos y el miedo recorrió mi cuerpo.
"La última vez que salí por la noche..."
Áxel adivinó el hilo que estaban siguiendo mis pensamientos y se acercó a mí, me puso una mano en el hombro, y dijo:
—Tranquila, no va a pasarte nada conmigo a tu lado.
Sentí otro escalofrío, esta vez muy diferente al anterior, que aparté rápidamente.
Desde aquella noche, no había vuelto a salir después de que el sol dejara de proporcionar luz a París. No era una cosa que hiciera muy a menudo, por lo tanto no fue un sacrificio muy grande. Pero el simple hecho de recordar esa noche, a pesar de la fina tela que mi cerebro había creado entre la realidad y ella, me daba tanto miedo que me sentía incapaz de moverme.
Eso era lo que me pasaba normalmente, pero no en ese momento. Saber que Áxel estaría a mi lado todo el rato me tranquilizó mucho. Por alguna razón, pensaba que no dejaría que me pasara nada, aunque tampoco lo sabía seguro. Me proporcionaba tal seguridad su simple presencia que incluso llegué a plantearme la idea de salir, pero no dejé de protestar.
—No me apetece nada salir.
—Los dos sabemos que eso no es verdad.
Yo lo sabía, pero ¿cómo lo había adivinado él?
—Hace frío.
—No lo hace, pero puedes coger una chaqueta si quieres.
—No tengo.
—Pues yo te dejo una.
"Este chico tiene respuestas para todo". Se me estaban acabando las excusas.
—Es tarde y tengo sueño.
—Mientes fatal. —Y se rio.
Es verdad, mentía fatal. Sí que me apetecía salir, no hacía frío y no tenía sueño, pero temía la noche y no sabía cómo afrontarla.
—¿Por qué ahora te has obsesionado tanto en que quieres salir? —pregunté. Tenía curiosidad.
—Porque tengo la energía por las nubes y, además, ahora puedo salir sin gafas de sol ni gorra.
Tenía sentido. Eran casi las dos de la madrugada de un martes y no habría nadie por la calle. Áxel siempre tenía que salir con gafas de sol y gorra para no ser reconocido, y a veces ni eso funcionaba. Debía de ser desesperante tener que llevar esos complementos día sí y día también, nunca lo había pensado. Cuando había caído en que no haría falta que los llevara, su emoción por salir había aumentado tanto que era imposible convencerlo de hacer cualquier otra cosa, o eso era lo que yo suponía.
El Áxel cabezota había aparecido y no había forma humana de que se escondiera de nuevo.
—¿Y no puedes ir sin mí? —dije en un último intento de librarme.
Él negó con la cabeza.
Ya fuera por la cara de pena que el cantante estaba poniéndome o porque ahora entendía un poco mejor sus razones, acepté.
Su reacción fue dar un saltito y hacer un gesto con la mano en señal de victoria que me hizo sonreír por dentro. Fui a mi habitación y cogí lo primero que encontré: unos pantalones largos de chándal y una camiseta. Después también decidí llevarme una sudadera, a ver si aquello del frío que había dicho antes iba a ser verdad.
Cuando salí hecha un cuadro de mi habitación, Áxel me esperaba en la entrada de la puerta, emocionado. Una vez más, su perfecto aspecto, incluso a aquellas horas, me hizo sentir que necesitaba un cambio de look.
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Bajo las Luces de París
Romantizm¿Aceptarías la invitación a tu ciudad de ensueño del desconocido al que acabas de intoxicar, aún sabiendo que puede haber segundas intenciones? El camino de Blanca, una camarera de Barcelona, y Áxel, un cantante famoso y arrogante, se cruzan debido...