CAPÍTULO 22

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Áxel

—¡Joder! —exclamé cuando entré en el coche, y arranqué enseguida.

—¿Qué?

—Lo siento mucho, Blanca. No quería que pasara esto.

—Da igual... ha sido divertido.

Los dos sabíamos que eso no era verdad, pero no tenía ganas de discutirle nada en la posición en la que me encontraba.

Iba a caerme una buena bronca cuando Enrique viera las fotos que me habían hecho, que, probablemente, ya estarían por todo internet. Por no hablar de las decenas de fotos y videos que aquel enorme grupo de gente habría capturado de mí corriendo en dirección contraria a la suya. Tendría que aguantar una larga charla sobre mi reputación, el hecho de que debía de hacerme fotos con todos los fans y bla, bla, bla... Pero en ese momento, sinceramente, no había pensado demasiado en las consecuencias. Solo quería acabar bien la noche con Blanca, y si nos hubiéramos quedado allí, eso no hubiera podido pasar, porque la gente habría ido aumentando y no hubiéramos podido ni siquiera haberla acabado.

Pero eso no me importaba lo más mínimo en aquel momento. Me sentía fatal por haberle arruinado la noche de su cumpleaños a Blanca, y mi oportunidad de decirle que la quería tampoco se había podido dar, lo que solo conseguía hacerme sentir más miserable.

—Sé que la noche no ha acabado demasiado bien —dijo con una pequeña sonrisa y una chispa brillante en los ojos—, pero lo he pasado muy bien.

—¿De verdad?

—Sí. Hacía tiempo que no celebraba este día y me he divertido —hizo una pausa—. Gracias.

Y ahora sonreí yo, porque no podía evitarlo.

—Por cierto, cuántos años cumples?

—¡Eso no se le pregunta a una señorita! —Se hizo la indignada.

—Oh, perdóname, es que como de edad mental tienes siete años pues he pensado que...

—Veintidós, imbécil —dijo en un susurro, y los dos reímos.

Cuando llegamos al apartamento, le volví a repetir:

—Perdona otra vez por lo que ha pasado.

—Áxel, no ha sido para tanto. Además, ¿desde cuando el cantante arrogante que conozco se disculpa tantas veces?

—Desde que... —Hice una pausa, haciendo cómo si pensara—. Espera, ¡yo no soy arrogante!

—Ya, lo que tú digas...

Sonrió divertida y entró en la casa cuando abrí la puerta. Se quitó la fina chaqueta que llevaba y la dejó encima del sofá mientras ella se sentaba al lado.

Me encantaba cómo había hecho este lugar tan suyo, cómo actuaba con la naturalidad de quien se siente en casa.

—¿Qué te parece si vemos la última de Harry Potter?

No me desagradaba la idea, pero yo tenía otros planes.

—Antes tengo que darte tu regalo.

Se levantó de un salto y me miró con el ceño fruncido.

—¡Te he dicho que no quiero regalos! Ya te has gastado suficiente dinero conmigo...

—No me he gastado nada, tranquila.

Su gesto enfadado se volvió confuso, pero sus labios esbozaron una pequeña sonrisa y no pudo evitar que sus ojos delataran la ilusión que le hacía recibir un regalo.

Bajo las Luces de ParísDonde viven las historias. Descúbrelo ahora