CAPÍTULO 21

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Blanca

Escuché la discusión que Áxel mantenía con Felipe y Enrique, intentando convencerlos para que nos dejaran salir a cenar a un restaurante esta noche, puesto que era sábado y no sería de extrañar que los buenos establecimientos estuvieran llenos.

Yo estaba a su lado cuando empezó a hablar con ellos, pero no dije ni una palabra. En el momento en que empezaron a responder con negativas y Áxel continuó insistiendo, de tan cabezota que era, empecé a sentirme mal. Sabía que el cantante no callaría hasta conseguir lo que deseaba, pero, por la cara que hacían el chófer y el guardaespaldas, tampoco parecían tener intenciones de ceder. Si eso acababa en gritos, sería culpa mía, así que aparté a Áxel de allí antes de que fuera demasiado tarde.

—¿Qué pasa? —preguntó al notar mi mano rodeando su brazo e intentando arrastrarlo sin demasiado éxito.

—¿Podemos hablar un momento?

Asintió, miró mal por última vez a Enrique, que ponía cara de estar a punto de gritarle con todas sus fuerzas para dejarle claro que aquello de esta noche no iba a pasar, y me acompañó a un rincón de aquel inmenso cuarto de estar.

—Déjalo estar, no me importa si no salimos a cenar.

Y era verdad, no me importaba mucho. Además de que no soportaba la idea de que se gastara más dinero en mí, el resto tampoco me entusiasmaba demasiado. Lo único que me había hecho aceptar había sido la cara de alegría que ponía Áxel, que me había recordado a la de un perrito cuando le ponen los restos de la comida, y el hecho de pasar un rato con él, a pesar de que eso lo hacíamos constantemente. Entonces, tenía que admitir que sí que me hacía un poco de ilusión celebrar mi cumpleaños, pero me daba igual dónde, así que no merecía la pena seguir con la discusión de la cual me sentía responsable

—¿Qué? ¡No! —dijo indignado mientras miraba de reojo a los hombres—. No voy a rendirme tan fácilmente.

—Sabes que a mí me da igual celebrar mi cumpleaños, no merece la pena que sigáis discutiendo.

—Tranquila, no tardarán mucho en ceder.

—Te acabo de decir que me da igual si ceden o no, lo que quiero es que dejéis de discutir.

—¡Pero si estoy a punto de ganar! —dijo como un niño pequeño, y casi sonreí.

—No quiero que acabéis mal, parecen estar bastante enfadados.

Los dos miramos unos instantes hacia Felipe y Enrique, y, de repente, Áxel estalló a reír.

—¿Es eso lo que te preocupa? —dijo entre risas—. ¿Que nos enfademos? ¿En serio?

—Sí... —Me sentí un poco estúpida, pero no sabía por qué.

—Discutimos continuamente por estas cosas, no tiene importancia.

No sé qué expresión ocupaba mi rostro, pero debía de parecer molesta, porque Áxel dejó de reír y dijo:

—De acuerdo, si es lo que tú quieres, no saldremos esta noche.

Sorprendiéndome a mí misma, sentí una pequeña decepción. Supongo que me había hecho a la idea de salir esta noche, pero no por eso iba a retractarme.

En cambio, Áxel no parecía decepcionado en absoluto. Mejor dicho, incluso parecía contento, como si se le acabara de encender la bombilla. Estaba tramando algo, había sido demasiado fácil de convencer.

De todas formas, no le di más vueltas. Había cedido y esta noche la pasaríamos en casa, mirando alguna película o simplemente hablando hasta las tantas de la madrugada, como de costumbre. No me desagradaba nada la idea, pero todavía sentía un pequeño regusto amargo por el repentino cambio de planes. Es posible que me hiciera ilusión cenar fuera con él, puesto que nunca antes lo había hecho.

Bajo las Luces de ParísDonde viven las historias. Descúbrelo ahora