CAPÍTULO 3

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Áxel

Después del incidente de este mediodía, me obligué a mí mismo a quedarme en casa hasta que llegara la hora del concierto, la razón por la cual me encontraba en Barcelona. Me entretuve escuchando música y haciendo un maratón de Lucifer. La verdad es que la tarde se me pasó volando. De hecho, cuando me di cuenta de la hora que era, muy a mi pesar, tuve que dejar un capítulo a medias porque tenía que ducharme. Aunque esto tampoco fue un sacrificio muy grande.

Tenía que estar en el Palau Sant Jordi unas horas antes de que el concierto empezara para las pruebas de sonido y esas cosas que a mí no me importaban pero que, en teoría, eran muy importantes. Así que debía de ser puntual.

A las seis en punto, ni un minuto más, Felipe estuvo en mi puerta haciendo sonar el claxon de la limusina para que me diera prisa. Yo bajé corriendo y parece que lo sorprendí, creo que no se esperaba que llegara tan rápido. Me monté en la limusina, porque ya no hacía falta ser discretos puesto que la gente sabía que iba a dar un concierto hacia esas horas, y cerré la puerta mientras observaba a Enrique que, de nuevo, estaba sentado en el asiento delantero. Felipe arrancó, y yo, como de costumbre, empecé a charlar.

—¿Sabéis una cosa?

—¿Qué? —preguntó Felipe.

—No es justo que Enrique esté en el asiento de copiloto y yo aquí detrás. —Hice una pausa para observar su reacción, quería molestarlo un poco. Se ve que no funcionó, ni siquiera me miró—. Yo soy la estrella y debería ir delante.

—Si fuera delante todo el mundo lo vería, señor.

—Todo el mundo ya me ha visto, Felipe.

En realidad me importaba una mierda ir delante o detrás, pero compartir una pequeña discusión con Felipe y Enrique era divertido y me mantenía ocupado durante el tiempo que nos faltaba para llegar a nuestro destino.

Estuvimos unos veinte minutos en el coche, y pasamos quince hablando de tonterías. Los últimos cinco, cuando ya estábamos a punto de llegar al Palau Sant Jordi, decidí callar y observar a través de la ventana. Conseguí ver, a cierta distancia, que ya se había formado una larga cola. Las personas que estaban haciéndola, por suerte para mí, no me vieron; creo que se habrían vuelto locas de haberlo hecho.

Cuando estuve dentro tuve que hacer las pruebas de sonido, de vestuario, de maquillaje, calentar la voz... No me gustaba nada tener que pasar por eso cada vez que tenía un concierto, pero tenía que soportarlo. Se me hizo eterno y miraba el reloj cada cinco minutos. A las nueve, las puertas se abrieron y toda la gente entró. Yo no lo vi en aquel momento, pero la enorme sala se había llenado por completo

Salí una hora después, a las diez. Iba vestido con unos vaqueros negros y una camiseta roja que, según la chica de vestuario, me favorecía mucho. Me habían peinado los cabellos exactamente igual a como lo había hecho yo esta mañana, solo que llevaba un quilo de laca y no sé cuántos productos más para que se quedara sujeto.

Cuando la gente me vio arriba del escenario, los murmullos se convirtieron en gritos que casi no me dejaban escuchar mis propios pensamientos. Me quedé boquiabierto. Ya había estado antes allí, pero nunca dejaban de impresionarme las miles de personas que entraban solo para verme a mí.

"Solo para verme a mí", repitió mi subconsciente sin creérselo del todo.

Saliendo de mi aturdimiento instantáneo, me puse el micrófono a los labios y dije unas palabras para presentar el concierto. La gente gritó y aplaudió tan fuerte que toda Barcelona lo tendría que haber escuchado, y eso me hizo sonreír. Después, sin más preámbulos, empecé a cantar. La gente gritó más fuerte y se puso a cantar conmigo. Mi voz sonaba inundando cada pensamiento de las miles de personas que disfrutaban de mi música. Cuando llegué al estribillo, todos se pusieron a aplaudir conmigo al ritmo de la música y empecé a moverme por el escenario con emoción. La música se acabó y mi voz se apagó para dejar espacio al ruido de los aplausos. Observaba la mirada de felicidad que transmitían los ojos que llenaban el Palau Sant Jordi y solo fui capaz de empezar a cantar de nuevo cuando la música volvió a mis orejas.

Bajo las Luces de ParísDonde viven las historias. Descúbrelo ahora