Capítulo uno.

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HAY UN EXTRAÑO EN MI CASA

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HAY UN EXTRAÑO EN MI CASA

Manhattan, 2006

<<Querido Diario: ¡Hola, ¿cómo estás? Bueno eres un libro, no creo que tengas  s̶e̶n̶i̶t̶i̶m̶i̶e̶n̶t̶o̶s̶̶ sentimientos, en fin te me regalaron ¿te me regalaron? ¿Se dice así? Me dieron este diario en mi cumpleaños hace algunas semanas y me encanta, es de mi color  f̶a̶b̶o̶r̶i̶t̶o̶ favorito; el verde. No sé que escribir, pero quería escribir algo ¿Tienes alguna id...>>

De por si ya me costaba escribir bien, cuando alguien arrancó el diario de mis manos, y la pluma con la que escribía hizo un rayón tan enorme pude haber llorado.

—¿Pero qué es esto? —la voz de Sophia Adams, tan engreida como siempre, se burlaba de mi mientras repasaba mi diario con descaro —¿Verde? Que tonta eres Caelia, todos saben que el rojo es mejor.

—Devuélvemelo, Sophie —pedí tímidamente al igual que siempre que Sophie me molestaba. Usualmente se burlaba de mi por mi cabello, decía que parecía una abuela, ya que era tan rubio que casi parecia blanco.

—No lo creo ¿Qué escribiste? Me sorprende que sepas escribir.

Me sonrojé furiosamente —Por favor, Sophie.

—No...

—¡Dáselo, Sophie!

Y asi, de la nada, una niña tackleó a Sophia Grace Adams. Literal, la tiró al piso violentamente. Se notaba más bajita que yo y traía el pelo castaño amarrado en una coleta alta.

—No te metas, Roma. —forcejeó Sophia quietandose a la niña de encima —Vete de una vez.

Roma. Nunca había escuchado ese nombre.Que más dá, me está defendiendo, no juzgaré su nombre.

—Te quitas de encima —Roma se paró junto a ella observandola con furia —Ten, de todas formas es horrible.

Sophia le pasó el diario despectivamente a Roma, y luego ella me lo entregó a mi con una sonrisa de oreja a oreja sin paletas delanteras.

—G-gracias —respondí nerviosa. Nunca fui muy buena hablando con gente nueva, siendo sincera. Lo que me relajó fue el hecho de que Roma si que parecía ser buena socializando.

—¿Cómo te llamas?

—Caelia.

—¿Caelia? ¡Genial! ¡Soy, Roma! Espero no haber roto tu diario, me emocioné un poco. —vi sus mejillas sonrojarse levemente.

—¿Dónde aprendiste a hacer eso? —pregunté en su lugar. Sophie era más alta que Roma, y sin embargo, ella la tiró al piso como una profesional.

—Oh, mi hermano mayor juega al fútbol americano y me enseñó algunas cosas.

—¿Tienes un hermano mayor? —yo solo tenía dos hermanitos más pequeños de un añito cada uno. Me aburría la mayoria del tiempo, siempre soñé con tener hermanos de mi edad.

Un beso con sabor a durazno [Vittale #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora