DESAHOGO
Octubre, Manhattan, 2014.
—Claro que un biberón cuesta cinco dólares —mascullé doblando el lindo biberón y dejándolo en su lugar otra vez. Supongo que visitar Times Square para ir de compras no era la oferta más económica.
Aunque mi cumpleaños había sido hace varios meses, aún conservaba el dinero que algunos familiares depositaron en mi cuenta para no molestarse en buscar un regalo ellos mismos.
No me quejo, obviamente. Dinero es dinero y me daba la oportunidad de comprar cosas para el nacimiento de Liberty.
Aunque, claramente, un biberón de cincuenta dólares no estaba entre ellos.
Suspirando, procuré que ningún coche me pasara por encima al cruzar la calle y llegué hasta el otro lado de la calle.
Estaba a punto de subir al autobús cuando lo vi. Juro, juro por mi vida que lo vi, habría puesto mis manos al fuego sin pensarlo dos veces. Así que lo seguí.
Rodeé y rodeé gente, esquivando cuerpos y niños; todo por seguir esa cabeza de rizos castaños. Era él, era él, era él.
Doblé en varias esquinas e hice caso omiso a las miradas extrañadas de la gente a mi alrededor. Debía verlos, debía hablarle, debía...
—Dis... culpa. —el problema fue que cuando toque su hombro, no era Massimo. Solo un hombre castaño.
Mi pecho se desinfló en nada más que un segundo, toda esa presión, todo el dolor me consumió como no lo hacía en varios días. Luché por mantener las lágrimas a raya
—¿Si? —preguntó el hombre aún observando.
—Yo... Lo siento. Me equivoqué, perdón.
Él asintió y siguió su camino como si nada. Yo me quedé un momento estática intentando volver a asimilar que no era Massimo al que yo había visto.
Forcé a mis pies a moverse y detuve un taxi. Roma me había invitado a almorzar con ella y no quería llegar tarde. Me consolé en que la vería, siempre me subía el ánimo.
—Llegaste —me saludó cuando abrió la puerta de entrada —Pasa, puse la mesa en la terraza.
Caminamos hasta la pequeña terraza de la casa y nos sentamos; dos platos de pasta se encontraban encima y no podía esperar para comerlos, moría de hambre.
—¿Qué has hecho? —le pregunté a Roma mientras atacaba mi plato de pasta.
—San Valentino está intentando enseñarme a conducir. Todo ha ido mucho mejor desde la fiesta para Liberty.
—¿Si? Me alegro mucho. —hace alguna semanas Roma me organizó una especie de Babyshower adelantado, aunque en principal propósito era levantar los ánimos —¿Y qué hay del tema con Mason? ¿Está por fin en la cárcel?
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Un beso con sabor a durazno [Vittale #2]
RomanceJusto en el momento en que Caelia conoció a su mejor amigo, el hermano de su mejor amiga, se enamoró perdidamente de él. Se enamoró de sus ojos azules, de la mata de rizos castaños y de todo lo que tuviese que ver con Massimo Vittale. Siempre imagin...