Capítulo cuatro.

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BIENVENIDA A LA CLASE

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BIENVENIDA A LA CLASE.

Septiembre, Manhattan, 2014.

—Así que Massimo fue tu primer beso...

Asentí.

—¿Estos recuerdo están constantemente en tu cabeza? ¿O intentas evitarlos?

—Lo evito.

No me gustaba pensar en Massimo, así de simple. Era horrible recordar y aún más horrible pensar en todo lo que nunca sucedió. Observé el reloj que colgaba de la pared tras el señor Johnson, faltaban menos de veinte minutos para que tuviese que ir a las clases.

—Bueno, lo mejor es que no lo hagas, Caelia. Claramente dolerá al principio, pero podrías charlar con alguien que también fue cercano a Massimo; el apoyo social es un ingrediente importante para avanzar en este proceso.

Y yo que no paraba de alejar a Roma.

—Claro —murmuré.

—Quiero que repitas todo lo que yo diga, Caelia ¿está bien? —asentí con la cabeza —Massimo ya no está conmigo.

—Massimo... —tragué en secó para aliviar la presión de mi garganta —Massimo ya no está conmigo.

—No hay nada que podría haber hecho para que se quedara. —pero es que si lo había; si tan solo hubiese insistido más, si no hubiese apoyado la decisión de irnos ese día, si tan solo yo lo hubiese convencido de viajar conmigo. —Puedes decirlo, Caelia. Nada hubiese cambiado el que Massimo se fuera.

Cerré mis ojos un momento y la imagen un par de ojos azules más los hoyuelos más maravillosos llegaron a mi mente.

—Debo... debo irme ...me aclaré la garganta para que mi voz no sonara rasposa —Yo... hum... estoy yendo a clases y están a punto de comenzar.

—Caelia...

—Muchas gracias por su tiempo, señor Johnson —me levanté tranquilamente como lo había hecho las últimas sesiones, salí de la oficina sin mirar atrás y caminé hasta el paradero de autobuses más cercano.

Casi inconscientemente llevo una mano a mi vientre; Massimo iba a hacer esto, estaba asustado, pero lo intentaría, conseguiría un trabajo, viviríamos juntos... Pero todo eso a la maldita basura. Siento la primera lágrima caer y lo permito, dejo que sigan cayendo hasta que me libero completamente y siento una nueva ligereza en el pecho.

Nunca quise enamorarme de Massimo; toda mi vida escuché que el amor nos daña, que el primer amor nunca funciona. Y es que pensar científicamente, que la edad promedio en que conoces a tu primer amor es quince o dieciséis años, la edad promedio de matrimonio que es cuando se supone se estaría juntos para toda la vida son los veinticinco años -claro que mis padres se divorciaron por mi culpa, pero eso no va al caso-

Un beso con sabor a durazno [Vittale #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora