Capítulo veinticinco.

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UN DIA MÁS

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UN DIA MÁS.

Junio, Los Hamptons, 2014.

La mañana de ayer Massimo les anunció a sus hermanos la noticia de mi embarazo, y excluyendo el desmayo de Santino, resultó mejor de lo que esperaba.

—Caelia —comenzó Santino con un puchero, haciéndole parecer un crío de cuatro años cuando entré a la sala en donde estaban todos los chicos charlando —¿Podrías hacerme macarrones con queso?

—¿Tienes hambre? —Mattia alzó ambas cejas —Pero si comimos hace menos de dos horas.

—Dos horas y tengo hambre —reafirmó.

—Ustedes tienen que aprender a hacer cosas solos, no voy a estar siempre para cocinarles.

Santino me miró con expresión mortificada.

—Pero le cocinas a Massimo todo el tiempo.

—Si, porque soy su favorito —le recordó Massimo apareciendo detrás de mi y abrazándome por la espalda

—Pero yo, su cuñado favorito.

—¡Esa soy yo! —intervino mi amiga.

—Prepararé los macarrones —accedí —Pero tú lavas los trastos.

—Vale —respondió Santino

Rebusqué por todos los estantes, sin encontrar ninguna caja de macarrones.

—Sabes que no tienes que hacer nada de lo que ellos te piden ¿verdad? —preguntó mi novio depositando un beso en mi sien.

—Lo sé —me encogí de hombros —Pero me gusta darle en el gusto a Santino, es como un niño pequeño que me recuerda a mis hermanos.

—En eso concuerdo contigo.

—El problema es que no tenemos macarrones.

—Oh, tampoco queda mantequilla de maní y la necesito...

—¿Necesitas? —interrumpí con una ceja alzada.

—Así es, la necesito para mis desayunos ¿Vamos a la tienda?

Asentí y caminamos a la entrada. Estábamos por subir a la motocicleta cuando Massimo me miró con el ceño fruncido.

—¿Qué?

—Esos shorts... ¿No aprietan mucho la tripa?

Miré hacia abajo y caí en cuenta de que llevaba unos shorts ajustados de tiro alto con un top. No pude contener la sonrisa que cruzó mi cara.

—Aún está chiquito, el short no le molesta.

Asintió serio y me pasó el casco de la motocicleta y subió en ella. No pasé por alto lo mucho que disminuyó la velocidad en comparación a las otras veces que nos había llevado y el que esquivase cada desnivel de la calle haciendo que no saltáramos en ningún momento del camino.

Un beso con sabor a durazno [Vittale #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora