Capítulo quince.

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LA VIE EN ROSE

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LA VIE EN ROSE

Febrero, Manhattan, 2013.

—Como conclusión —escribí mientras hablaba en voz alta. Terminaba el trabajo para química y así me concentraba mejor. —Los enlaces químicos necesitan de alguna fuerza para romperse como lo es mezclar el agua con sal, sin embargo, la alta temperatura del agua no provoca un rompimiento de los enlaces y por esto la sal no se disuelve. ¡Listo!

Nunca había sido muy buena redactando conclusiones y mucho menos realizando experimentos químicos, pero me conformaba con mi trabajo. Me puse de pie rápidamente, lo que provocó que mi silla cayera y que todos en la biblioteca me dieran miradas de odio.

—Lo siento

Más de uno me chistó con desagrado. Uy, que sensibles.

Prácticamente corrí por los pasillos hasta el aula de química para entregarle a la señorita Jenkins mi ensayo.

—Señorita Kennedy —llamé entrando al salón de química —Ya tengo el trabajo que me...

Pero al levantar la vista me encontré con que no era la señorita Kennedy quien se encontraba en el salón, sino Valentino morreandose con Halley, la hija del entrenador del equipo de fútbol.

Vaya, san Valentino, que eso no lo vi venir.

Apenas crucé el umbral de la puerta ambas partes del beso levantaron la mirada y me encontraron ahí, mirándolos fijamente, parada sujetando una carpeta llena de papeles.

—Yo... lo... lo siento, prosigan, no vi nada —sentí toda mi cara ruborizarse, así que di media vuelta lo más rápido que pude para salir de ese salón.

No sirvió de mucho, ya que escuché pesados pasos detrás de mi.

—Caelia —Valentino practicamente trotaba junto a mi por el pasillo mientras yo caminaba a toda velocidad —Por favor no digas nada, el entrenador me sacará del equipo si sabe.

Paré y tomé aire para reducir mi sonrojo; ya no servía de nada tratar de escapa. No me malinterpreten, no soy una monja que solo cree en los besos en el matrimonio o algo por el estilo, simplemente me resultó algo... perturbador.... ver en primera plana como el chico al que conozco desde los nueve, le metía la lengua hasta la garganta a mi otra amiga de la infancia.

—Tranquilo, no diré nada, lo prometo.

Valentino suspiro con alivio y posó su mano en mi hombro.

—Joder, gracias. Ahora si me disculpas...

—Vuelve a intercambiar fluidos —terminé por él sacandole un sonrojo.

¿Cómo es que estos chicos conseguían tantas citas?

Valentino, pese a ser tímido, siempre estaba con alguien y a mi pesar Massimo también cambiaba de chica cada dos por tres. El timbre sonó y yo quedé con mi informe en la mano. Supongo que tendré que buscarla después.

Un beso con sabor a durazno [Vittale #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora