Capítulo dieciséis.

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¡VOY A MORIR!

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¡VOY A MORIR!

Marzo, Manhattan, 2015.

—No, no, no —mascullé cuando mi labial calló al piso y rodó por debajo de la cama. Ya me estaba empezando a preguntar si podría crear Narnia bajo de mi cama con la cantidad de cosas que había perdido debajo. Y es que para ser honesta, la tripa hinchada no ayudaba a la causa.

A ver, que no era enorme como estás mujeres de las películas, pero si se notaba el embarazo. Al menos mis compañeros no tardaron en comentar sobre ello y sobre lo joven e "ingenua que yo era".

—Cualquiera que tenga algo que decir que no tenga que ver con mi clase es más que bienvenido a irse —había dicho Scott molesto, una vez que los susurros ya no calificaban como tal. —Si sus vidas son tan aburridas como para necesitar hablar de la de alguien más, no lo hagan en este salón.

Los últimos meses me había sentido mejor mentalmente. Seguía yendo a todas mis terapias, todos los días estudiaba con Scott al menos dos horas e incluso me había pasado más seguido por la casa de Roma para verla a ella y a los chicos. Gracias a eso, sabía que habían volado todos a California para visitar a Valentino en Berkeley.

Mamá había vuelto al trabajo que descuidó cuando ocurrió toda la situación del embarazo. Ella amaba trabajar y no quería que dejase de hacerlo por mi; así que desde hace algunas semanas, apenas la veía.

Hoy me reuniría con Scott en la misma cafetería de siempre, las clases habían sido temprano en la mañana y yo tenía el resto del día libre, a diferencia de él, que tenía que seguir con otro grupo más, y aunque según la ley yo ya debería estar en licencia, no quería perderme una sola clase. En solo cuatro meses rendiría el examen de ingreso a la universidad y necesitaba entrar.

—Madre mía —suspiré recargándome contra la pared mientras presionaba suavemente mi vientre. Las contracciones no eran demasiado fuertes, pero no por eso dejaban de doler, claro que no.

Agarré la mochila y las llaves de la casa y caminé hasta el coche que mamá me permitía usar cuando ella no lo ocupaba. Sorprendentemente, no había casi nada de tráfico y llegué en menos de diez minutos a la cafetería.

—Tú deberías estar en el hospital o en cama —me saludó Scott cuando besé su mejilla como saludo y me senté frente a él.

—No me voy a perder las clases.

—Estas a punto de dar a luz.

—Asústate cuando tenga contracciones cada cinco minutos. Vale, ¿que estudiamos hoy?

Negando con la cabeza sacó uno a uno los libros de su propia mochila —Te pedí un chocolate caliente y dos pastelillos. —informó sacándome una sonrisa —Proceso de formación de una ley.

Asentí reticente, en la clase no había entendido casi nada de esta materia.

—Ya, no esperes demasiado de mi. —advertí.

Un beso con sabor a durazno [Vittale #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora