Capítulo nueve.

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LA BOTELLA

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LA BOTELLA

Manhattan, 2010.

—¡Caelia, es nuestra primera fiesta!

Roma estaba emocionadisima, era la primera vez que ambas nos permitían ir a la fiesta que Hailee Weigham organizaba todos los años y no había parado de hablar de ello en las semanas anteriores. Sobre que se iba a poner, cómo iba a ser, quienes estarian. Por mi parte, no estaba a su nivel,  esto de la interacción humana no se me daba muy bien.

—Lo sé, Roma. —respondí como por sexta vez en la tarde.

—¿Qué te pondrás? ¿Lo sabes ya?

Esta niña.

—Roma, faltan literalmente veinte minutos para irnos, si no lo supiera ya no iría.

—Claro, pues ¿¡Qué esperas!? ¡Ve a cambiarte!

Suspiré y tomé la mochila en la que había llevado la ropa a la casa de Roma; mamá y papá la habían inspeccionado cuidadosamente antes de dejar a su pequeña salir de la casa a una fiesta. Por suerte no encontraron nada muy revelador, o que no les pareciera bien y me dejaron ir.

Un top blanco sencillo sin mangas combinado con una mini falda rosa con flores y zapatillas blancas. Salí del baño y Roma me miró con una ceja alzada.

—¿Vas así?

Venga, gracias

—Muy alentador de tu parte.

—No, no, te ves increíble. Es solo que creo que podrías estar mejor.

—¿Qué...?

Me interrumpí cuando Roma me pasó una gargantilla de plata pegada al cuello con forma de rosal. Entré en panico, se veía super costosa y no quería tanta responsabilidad.

—Roma, no, no voy a usar tus cosas. ¿Qué tal si se cae?

—Por favor, Caelia, no se va a caer, eres hasta más responsable que yo, está más seguro contigo. —se agachó y empezó a rebuscar algo en el canasto que tenía bajo su escritorio. Se levantó con una plancha para cabello en la mano —Sabes que adoro las ondas de tu cabello, yo las hago todo el tiempo en el mío, pero ¿por qué no intentas con alisarlo? Lo tiene muy largo y todo cayendo hacia atrás se verá maravilloso.

—Está bien. Pero si me quemo el cabello te juro que te mato.

—Claro, claro, claro —repitió empujandome y metiendome en el baño anexo a la habitación — Ahora te cerraré aquí para cambiarme en la habitación.

Suspiré y comencé a separar mi cabello por mechones, los alisaría uno por uno comenzando desde abajo. Por suerte mi pelo estaba desenredad y no tardó mucho; ya iba por la mitad  cuando Roma apareció en la puerta con unos jeans negros rasgados y un top del mismo color.

Un beso con sabor a durazno [Vittale #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora