Capítulo veinticuatro.

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APARTAMENTO NUEVO

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APARTAMENTO NUEVO

Junio, Manhattan, 2014.

—Es lindo —comentó mi madre.

—Muy lindo —mascullé caminando por mi nuevo apartamento —Gracias, mamá.

A principios de mes, mi madre me había informado acerca de un fondo que ella había creado desde que yo era pequeña para mi universidad. Después de comprometerme y asegurarle que obtendría una beca, me permitió utilizar ese fondo para alquilar un apartamento para mi y Libby.

Hoy era el día de mudanza y estaba emocionada de tener mi propio espacio. Había sido riesgoso asegurar algo como una beca, lo admito, pero no tenía otra opción, no seguiría viviendo con mi madre eternamente.

—Venga —la voz de Scott llegó desde detrás de nosotras, traía a Libby en sus brazos quien manotea y jugaba con la cadena que él traía en su cuello. Mi niña ya tenía tres meses y casi ni dormía para su edad —Buen gusto, Anna.

Ya, mi madre había elegido mi apartamento. Apenas le conté Scott se ofreció de inmediato para ayudar con la mudanza, y mi madre lo adoraba así que no había problema. Habíamos salido muchísimas veces, millones con Libby sobre todos; al zoológico, un parque de diversiones, un exposición de dinosaurios y más. No sabía si ella entendía que estaba pasando, pero Scott disfrutaba enormemente llevándola a toda clase de actividades para niños y comprándole mil y una cosas.

Sobre todo mermelada.

No sabía por qué, no tenía ni la más mínima idea de por qué Liberty adoraba tanto la mermelada de durazno. La amaba. Scott, como no, cada vez que venía de visita a la casa llegaba con tarros y tarros de mermelada, los cuales, yo guardaba para que Libby no se acostumbrase a comer azúcar. Mi plan fracasó en cuanto encontré a Scott untando su chupón en mermelada cada vez que ella se lo sacaba de la boca para que lo hiciera.

—¿Te gusta, Libby? —preguntó el sosteniéndola como Rafiki a Simba y moviéndola en un círculo para que viera el apartamento. Ella sonrió pataleando, adoraba cuando la levantaban en alto. —Ya, a mi también.

—Lo bueno es que no tengo muebles —comenté —Solo hay que traer mi cama, ropa y las cosas de Libby.

—El camión debería llegar dentro de poco —mi mamá hizo una mueca —No sé que harás con el transporte, Caelia. No puedo entregarte el auto.

—Caminar —me encogí de hombros —Libby tiene una buena carriola.

—¿Para qué? —preguntó Scott mientras Liberty escalaba su hombro —Puedo ser tu Uber personal.

—No te voy a pedir que...

—¡Ay, Scott, que caballero! —chilló mi madre interrumpiéndome. A veces pensaba que ella se ligaría a Scott si no fuese treinta años mayor. Él disfrutaba con los halagos de mi madre.

Un beso con sabor a durazno [Vittale #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora