🌙 Epílogo 🌙

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BESO SABOR A DURAZNO

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BESO SABOR A DURAZNO

Marzo, Manhattan, 2021

—Y esta es mi tía Roma que es una doctora —dijo Libby señalando el dibujito de palo de Roma que había hecho mi hija —Mi tío Mattia que es un policía muy pro...

—¿De donde sacó el pro? —le susurré a Scott junto a mi.

—Demasiada televisión —respondió él.

—Mi tío Valentino que canta muy bonito, mi tío Noah que pelea por trabajo...

—Vaya, Liberty muchos ti... —le dijo la maestra a mi hija, pero claramente, Libby continuó sin inmutarse por el hecho de que llevaba diez minutos enumerando a su familia.

—Mi tío Santino que juega fútbol americano en la tele, mi tía Arabella que es muy linda y quiere ser doctora como mi tía Roma. Este mi nonno Domenico, esta es mi mamá Caelia que habla de muchas leyes siempre, este es mi papá Massimo —apuntó a una carita que había dibujado arriba de todos los demás dibujitos de palito —No lo conocí, pero mi mamá y mis tíos siempre me hablan de él. Y este es mi papá Scott que está ahí sentado con mi mami —nos apuntó entre todos los papás y sonrió sin su paleta delantera y con todo el pelo en la cara. Siempre luchaba por mantener su cabello a raya, pero era tan ondulado que nada lo ponía en su lugar.

—Tienes una familia muy grande, Libby. —comentó la maestra cuando nos estábamos retirando luego de que la exposición terminara.

—¡Si!

—Tiene mucha personalidad —me dijo a mi —Es extremadamente sociable, no hay niño o niña con el que no hable.

Reí porque mi niña hablaba hasta por los codos. Siempre.

Mientras yo conversaba con la señorita, observé como Liberty tironeaba de la chaqueta de Scott. Él se acuclilló junto a ella y Libby le dijo algo al oído para luego ponerle su típica cara de perrito atropellado. Él asintió como siempre -la mimaba demasiado la mayoría de las veces- y la alzó en sus brazos.

Scott era un padre para Liberty, no había duda de ello. Durante los siete años que llevábamos juntos la había mimado, consolado, acurrucado y reprendido cuando venía la ocasión. Ella lo adoraba con locura, no me cabía duda. Y mediante todo lo que le contábamos, tenía la sensación de que también amaba a Massimo.

Sobra decir que era su vivo retrato. Los hoyuelo se habían agudizado y marcado mucho más en sus mejillas. Sus ojitos nunca cambiaron del azul con el que nació y su cabello castaño claro era una maraña de bucles.

—¿Que te pidió la señorita ahora? —pregunté alzando una ceja y observando entre mi hija y Scott mientras caminábamos hasta el parque cerca de nuestro apartamento.

—Nada —respondieron ambos al mismo tiempo. Fue hasta que pasamos por fuera de una cafetería en la que ellos dos entraron y Liberty salió comiendo cucharadas de mermelada de durazno.

Un beso con sabor a durazno [Vittale #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora