Capítulo veintiuno.

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DESPIERTA, BELLA DURMIENTE

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DESPIERTA, BELLA DURMIENTE

Junio, Manhattan, 2014.

Papá por fin había terminado de escribir su bendito libro y estaba a punto de marcharse para firmar copias y así. Mamá se ofreció a acompañarle dejándome aquí, claro.

Incluso habían preferido dejar a mis hermanos con mi abuela en barrio de mala muerte a que yo los cuidara. Cruel, lo sé.

La parte buena era que Massimo me acompañó durante todo el día. Veíamos Yo antes de ti, y él parecía desfrutarla tanto como yo.

—No. Puede. Ser.

Reí ante la sorpresa explícita de Massimo por el final de la película.

—¿Lo viste venir?

—Ni de coña —Massimo me abrazó por la espalada recorriendo con su nariz desde mi hombro a la mandíbula una y otra vez lo que me sacó un enorme bostezo.

Aunque habíamos pasado todo el día echados, comiendo, besándonos y viendo televisión no podía esperar a irme a la cama.

—¿Te quedas a dormir? —después de dos meses juntos ya habíamos dormido en la misma cama varías veces. De repente Massimo se escabullía en mi casa cuando yo le abría la puerta por la noche, o yo me pasaba a su habitación si me quedaba a dormir en la casa de Roma.

Asintió y ambos caminamos a mi habitación. Lavé dos veces mis dientes para que en la mañana no tuviese muy mal aliento y una camiseta enorme.

Massimo usaba un pantalón de chándal cuando me acerqué a la cama y su vista se dirigió inmediatamente a mis piernas. Ya, era posible que como cuando empezamos a salir era prácticamente invierno, siempre hubiese usados pijamas de polar con monos y así.

—Joder —tragó en seco y yo me sonrojé furiosamente.

—¿Quieres que...? —iba a morir de vergüenza —¿Quieres que me cambie?

Me miró como si tuviese nueve ojos.

—¿Cambiarte? Y un cuerno... —tomó mi cintura y me haló con él hacia la cama dejándome recostada en su pecho.

Riendo, me acomodé mejor. Prácticamente estaba usando a Massimo de colchón y el no parecía tener ningún problema con ello. Sus brazos me rodearon y yo suspiré relajada.

—¿Cómoda? —preguntó y sentí la vibración de su voz bajo mi cabeza.

—Como un bebé

Besó mi coronilla y apagó la luz de la mesita.

—Buenas noches, rubia.

—Buenas noches, Massimo.

🌸

Massimo comenzó a bajar su mano lentamente por mi estómago, para empezar a dirigirse a cierta zona entre mis piernas. Mi estómago estaba apretado por los nervios, pero estaba totalmente segura de esto.

Un beso con sabor a durazno [Vittale #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora