Osito

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El chocobo aterrizó suavemente frente a la enorme mansión de Vegetta, y Rubius aspiró gustoso el ambiente. Al fin estaba en casa, y el delicioso aroma de Auron sirvió para que la calma empezara a extenderse por todo su cuerpo. 

Suspiró un par de veces antes de bajarse del chocobo, y luego se apresuró a llevarlo al establo donde su amigo mantenía a los suyos. Al parecer sólo estaban Vegetta y Auron en la casa, así que supuso que él resto estaría aún buscando la información que habían planeado en la mañana.  

Ajustó la capa sobre sus hombros, a decir verdad era bastante cómoda y cálida, y lo mejor es que ocultaba el cúmulo de emociones que sus feromonas debían estar transmitiendo en ese momento. Porque no podía sacarse de la mente la imagen de Mangel, con esa herida que debía doler horrores, y esa expresión resignada que le había lanzado mientras le contaba que su lazo estaba roto. La verdad es que no estaba seguro de cómo sentirse, no sabía si estaba más enfadado con el Omega por haber permitido que alguien tan inestable como Lolito lo marcara, o si su enojo debía ser dirigido al Alfa por haberlo lastimado tan fácilmente. Ni siquiera estaba seguro si sus acciones habían sido las correctas, o si debía regresar y llevar a Mangel con un doctor, o alguien que pudiera ayudarlo. 

Suspiró frustrado, necesitaba hablar con Vegetta o con Luzu, porque ellos siempre sabían qué hacer con situaciones como esa. Él no quería tener que romperse la cabeza pensando que hacer, ya tenía suficiente tratando de encontrar una solución para el problema de Auron. Y hasta con eso estaba fallando, apenas tenía una pequeña pista en un libro tan antiguo que estaba escrito en el idioma de Matusalén. 

-Rubius, regresaste. Pensé que vendrías hasta mañana- levantó la mirada y se encontró con el sonriente rostro de Auron, ni el mismo se había percatado de todo el tiempo que había pasado de pie junto al corral de los chocobos; pero el Omega estaba ahora frente a él, con su delicioso aroma nuevo, que le transmitía confianza y felicidad. 

Sonrió sin poder evitarlo, la sola presencia de Auron acababa de sacarlo de sus tortuosos pensamientos, y con una sola probada de sus feromonas había logrado calmar su agitado corazón. ¿Cómo podía ser tan perfecto aún con ese aspecto tan extraño?

-Los ancianos en mi pueblo me permitieron usar su portal de teletransportación, hace poco lo inauguraron así que no sabía que tenían uno. Pero me ha permitido viajar de forma segura y rápida, fue una suerte- caminó la distancia que los separaba y se inclinó a depositar un pequeño beso sobre los labios de Auron, y así de cerca sintió su lindo aroma un poco perturbado. Aunque lo atribuyó al repentino cambio en su aspecto y el hecho de que aún no tenían una solución. 

-Eres el primero en regresar, ¿encontraste algo interesante en el pueblo de tu madre?- el oso hizo una expresión involuntaria, casi se había olvidado de lo incómoda que había sido la visita a ese lugar. 

-¿Estás bien?- Auron captó al instante la casi imperceptible mueca.

-Si...los ancianos son muy amables y me dieron un libro; tradujeron algunas cosas y me dijeron que tal vez haya una opción para ayudarte pero es bastante complicada de hacer. Aunque tal vez encontremos algo más, lo único malo es el lenguaje antiguo- sacó el libro de su mochila y se lo mostró, aunque el Omega estaba más interesado en el hecho de que no podía sentir sus feromonas; e iba a cuestionarlo acerca de eso, pero fue interrumpido por el otro Alfa en la mansión.

-Rubius, no sentí tu aroma- la voz de Vegetta sonaba tranquila y hasta un poco animada, se acercó a ellos y se colocó al lado de Auron.

-Debe ser por la capa, es mágica y oculta mi aroma. Me la obsequiaron, olvidé que la llevaba puesta- le restó importancia al asunto y trató de esbozar una sonrisa creíble, pero no lo consiguió del todo, y el Alfa de ojos violetas se dio cuenta también, que algo no estaba bien. 

Pure Breed - Omegaverse (Premios Karmaland 2020)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora