Secretos

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Su celo había llegado dos días atrás, y desde entonces había tenido que moverse de la casa de los padres de Auron a la propia

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Su celo había llegado dos días atrás, y desde entonces había tenido que moverse de la casa de los padres de Auron a la propia. Aunque se arrepintió casi al instante de esa decisión, cuando se enteró que el único Omega que le soportaba en esos días, había sido enviado a Karmaland por una de sus más cercanas ayudantes. Y aunque entendía perfectamente el porqué, después de dos días y seis Omegas diferentes, se estaba volviendo loco. 

-No...no puedo más...señor...por favor...le pido que se detenga- el séptimo Omega, un chico joven con un hermoso cuerpo curvilíneo, era quien se retorcía debajo de él. Lo tenía boca arriba sobre la cama, con las piernas muy abiertas y los tobillos fuertemente sujetados. La perlada piel blanca estaba cubierta de mordidas y la hinchada entrada era embestida con furia. En su nube de celo era incapaz de detener sus movimientos, por mucho que la voz temblorosa del chico lo repitiera una y otra vez. 

-Señor...por favor...yo…-Reborn gruñó, harto de la quejas, y colocó su mano sobre la boca contraria. Ya había escuchado suficientes súplicas de los seis Omegas anteriores, y no estaba dispuesto a soportar más, quería concentrarse en lo que hacía para llegar más rápido al clímax. Por suerte, al haber acallado la molesta voz, sólo quedaron los placenteros sonidos de su miembro entrando y saliendo de la estrecha entrada; y eso le gustó. 

El lastimero rostro del chico empezó a fastidiarlo después de un rato, así que le dio la vuelta hasta dejarlo con el trasero levantado y la cabeza enterrada en la almohada. Las embestidas prosiguieron sin más interrupciones, hasta que la conocida y placentera sensación del final se extendió de su vientre hasta su miembro.  El Omega ahogó un grito en las almohadas, mientras que él dejó salir un poderoso gruñido, imaginando por un momento que se estaba descargando dentro de su lindo y perfecto prometido. 

Y así, con la respiración agitada, sintió como su miembro anudaba dentro del estrecho pasaje que lo envolvía, era la primera vez en dos días que lograba hacerlo. Aunque a juzgar por la falta de movimiento del chico debajo de él, se había desmayado al sentir el dolor. 

-Al menos me hiciste acabar. Eres el mejor de siete hasta el momento- sonrió con sarcasmo y esperó un momento hasta poder sacar su miembro, manchando con su semilla los blancos glúteos del Omega. Pero él se limitó a  enderezarse y rodó hasta sentarse en la orilla de la cama, la satisfacción de ese orgasmo apenas había servido para aplacarlo un momento. 

Un sonido de vibración lo hizo levantar la mirada, su teléfono estaba sobre una mesita de centro, a unos metros de la cama. Supuso que era uno de sus ayudantes, les había ordenado llamar en intervalos de tres horas para comprobar si necesitaba que le mandaran a un nuevo Omega. Así que se puso de pie y contestó con el mismo tono rudo de siempre. 

-Envíala, dile que necesito que se haga cargo del inútil que mandó. No envíen a nadie más- no esperó respuesta antes de colgar, y tan solo lanzó el teléfono sobre la mesa.

-Si hicieran bien su trabajo no necesitaría pasar tantos días encerrado- dejó salir un suspiro frustrado y se inclinó sobre una caja de metal que también estaba sobre la mesa. Dentro había decenas de jeringas, ordenadas en filas, con líquidos de diferentes colores; eran supresores. 

Pure Breed - Omegaverse (Premios Karmaland 2020)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora