39 | Patinajes y demostrar que no sabemos olvidar.

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Su rutina era simple: levantarse a las seis de la mañana, hacer turismo todo el día, conocer, jugar, probar, y finalmente, irse a la cama cerca de las diez de la noche. Quizás las once, solo porque estaba perfecto el clima. Era primavera, así que estaba fresco por la nieve, pero aún así, no cumplía con un frío invernal como el que imaginaba él antes de llegar.

Le había costado mucho, pero finalmente podía dormir sin despertar por pesadillas, ya podía ducharse sin pensar en algo para fumar, ya podía meter la mano en su bolsillo sin esperar sacar una caja con cigarrillos.

Y eso le enorgullecía de tal manera en que no podía creerlo.

Aún así, no era lo mismo sin Sirius. A veces, le molestaba solo poder ver en el espejo sus ojos almendrados, y no los pastosos y brillantes de su amigo.

¿Su amigo? Su enamorado, su «ahora me odia.»

Debía molestarle, pero no lo estaba haciendo. El moreno intentaba fuertemente ocuparse en otras cosas para arrancar al pelirrosa de su mente, ya que él no parecía querer ni verlo.

A Marco no le molestaba, desde niños había tenido que darle su espacio a Sirius. Solo que, jamás había sido por tanto tiempo.

En dos días se cumpliría un mes.

¿Que si temía que llegara a mayores? ¡Claro que sí! Su inseguridad y temor eran cosas incuestionables, solo que él no haría nada al respecto.

Amaba lo suficiente a Sirius como para intentar olvidarlo.

Eso haría un amigo, apoyarlo en lo que hiciera, todavía si ese algo era separarse.

Debía ser fuerte, por Sirius.

Y ese día, de nuevo, eligió.

¿Sirius o el cigarro?

Y ese día, de nuevo, rechazó el cigarro.

****

──Solo, por favor, una vez ──rogó James──. Sólo hoy ven a patinar conmigo ──repitió.

Sirius estaba leyendo en su cuarto del hotel, tranquilo, en el balcón. Detuvo a los personajes que tanto le estaban intrigando para prestarle atención a cierto pelirrojo que andaba muy insistente últimamente.

──Bien, te acompaño ──sonrieron ambos──. Y déjame adivinar: ahí estará casualmente Marco, claro que sin saber que yo estoy ahí porque ustedes nos intentan reunir de manera forzada ──la sonrisa de James se desvaneció con rapidez. Potenciado, Sirius se sentía a, además de poderoso, inteligente. Ya había descubierto el patrón.

──Siri ──llamó lamentándose en el interior, ¿era predecible, acaso?──. Tienen que hablar.

──¿Por qué tanto esmero con hablar? ──el ojiverde intentaba ignorar los recuerdos de unas noches atrás, cuando Marco confesó amarlo.

──Es el momento. Sirius ──se agachó ante la silla de su hermano aquella tarde, listo para suplicar──, por favor. Sólo hoy ve y quédate. Sólo hoy y dejaremos de molestarlos. Ni siquiera tienen que hablar, solo mírense ──imploró.

El pelirrosa, fastidiado, lo examinó con la mirada menos de un segundo antes de decidir callar. Por su parte, James volvió a hablar.

──¿Ya no lo amas? ──fue lo único que preguntó.

El ojiverde abrió los ojos con atención, y algo decaído murmuró:

──Claro que lo sigo amando.

El mayor se acercó, y lo miró con detenimiento e intensidad.

──Demuéstralo.

****

El plan había salido perfecto. Por su parte, estaban Hannah y James, quienes habían logrado convencer a Sirius de ir al Centro con varias excusas. Y por el otro, estaban Jacobo y Cassie, quienes habían básicamente engañado al pecoso y moreno Marco, diciéndole que irían a jugar y demás.

Hielo, patines y una noche luminosa. Las estrellas adornaban el cielo y la luna llena hacía caer la luz en tonos blancos y azulados por sobre la gente, lo cual era en extremo hermoso. Personas riendo, comiendo y jugando con la nieve. Sirius no podía creer lo que veía.

──¿Así de bello es? ──cuestionó, se preguntaba si aquello era un sueño.

James rió y lo tomó del brazo. Sonriente, fue a pedir tres pares de patines. Ese día serían felices.

──¿Tres? ¿Invitaste a alguien? ──curioseaba pícaro, a lo que el pelirrojo lo evadió con la mirada, con un tenue rubor y las orejas coloradas.

──Yo... Invité a Jacobo... ──explicó. Sirius definitivamente no se esperaba eso── Quería que me, que nos acompañara hoy también...

──Oh, ¿tú y él ahora... Son amigos? ──cuestionó.

James, algo triste por esa suposición, sonrió apagado.

──Sí. Solo amigos.

Pasaron las horas, ellos no dejaban de jugar. Desde niños, Sirius había adorado el patinaje artístico, mas nunca se había atrevido a patinar. Ahora su oportunidad de aprender al menos un poco estaba presente, y con su elegancia y su estilo, fue fácil quedar como todo un experto todavía siendo principiante.

A lo lejos, pudo divisar a las rubias sonriendo y dándose pequeños besitos en las mejillas, bebiendo chocolate caliente y dirigiéndose hacia uno de los edificios del lugar para disfrutar de la calefacción. Ellas sólo los habían acompañado por el chocolate, era obvio.

Luego pudo sonreír al ver a su hermano levantando levemente los patines, corriendo con alegría hacia Jacobo, quien de igual forma se acercó a él con rapidez, tomándolo por los hombros para que no perdiera el equilibrio. Hablaron unos segundos y luego lo miraron a Sirius.

James negó con la cabeza, y el castaño lo abrazó.

Detrás de ellos, yacía un castaño distinto, quien estaba demasiado ocupado sacando fotos de las personas patinando como para percatarse de la mirada del pelirrosa sobre su persona.

Luego de unos segundos, elevó la cabeza, dispuesto a dejar de darle toda su atención a los patinadores aficionados, y ahí, en esa débil luz de luna, pudo verlo.

El chico de sus sueños y pesadillas, acercándose hacia él.

Recordó lo que Jacobo y las chicas le hicieron prometer: él no huiría, se quedaría ahí y no deberían hablar, solo con mirarse ya los demás dejarían de molestarlos. Marco claramente no sabía que James le había pedido exactamente lo mismo al ojiverde.

Se sentó en una banqueta, tenía los pies helados por la nieve y usar pocas prendas. No lo miró, solo se sentó y puso sus ojos fijos en el hielo. Sirius traía patines, él rió con esto recordando la vez que le dijo que había sido su sueño frustrado ser patinador.

Él ya se había acostumbrado a llamarlo «Sirius», no obstante, ese día lo ignoró por completo, y pensó: «Queenie se vería genial patinando.»

Le dolió un poco el pecho. Se sentía fatal imaginar a Sirius, y peor tenerlo al lado. Pero debía ser fuerte, por él, por ambos.

Se acomodó de nuevo. Sonrió al ver a Jacobo patinando de la mano con James, este último intentando evitar que cayera. Un toque en su hombro lo hizo volver a la Tierra, y al levantar la cabeza, volvió a verlo.

Volvió a ver a aquel ángel que hace años había bajado del cielo para amarlo con tanta magia.

Y con la voz fina y amable, pronunció:

──Hola, Marco.

Y ahí, el corazón de Marco que había creído olvidar por completo al pelirrosa, volvió a latir con la misma intensidad de hace semanas atrás.

Volvió a sentirse enamorado solo con un saludo.

Volvió a sentirse él solo con un saludo.

Y además, volvió a toser.

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Bailando con una estrella (BL) | ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora