Estaba en aquel garaje lleno de lamparitas amarillas y doradas, por todos lados, en guirnaldas coloridas y brillantes. El ojiverde pensaba en cosas innecesarias a las que les veía importancia, sobre qué saldría como resultado en el examen de Química, en si habría aprobado y demás, siendo que un examen no era definitivo y era una preocupación algo inútil.
Tenía una revista en sus manos, estando boca arriba sobre un sillón en aquel momento, distraído, concentrado en las cosas equivocadas, sumergido en un mar de dudas bobas que en dos horas ni recordaría. Estaba serio, casi estático.
Completamente centrado en su mundo. Incluso cuando vio la guitarra de Marco en un lugar en el que no iba, ni se preocupó, siendo que su ritual musical después de tocar era dejarla exactamente en el mismo lugar de siempre.
Un moreno juguetón y algo intoxicado llegó al lugar. Sonrió al ver a su amigo allí, de piernas separadas, con el pantalón deportivo con el cordón sobre su ingle desatado, y el suéter algo levantado.
El mayor se percató de esta mirada casi vacilante, elevó la cabeza hacia su costado, y le habló al moreno que lo observaba con intriga.
──¿Qué tanto miras, pervertido? ──cuestionó. Marco se descolocó un poco, pero aún así, le sonrió.
──Disfruto de la vista, ¿qué no puedo hacerlo? ──se acercó con algo de picardía, todavía sonriente y relamiendo sus labios, para después recostarse con la cabeza sobre el pecho del ojiverde, con su mano en su abdomen.
──¿Disfrutar la vista implica sexualizar una pose común? ──consultó con ironía.
──No la sexualizo, la adoro ──jugueteó con sus dedos en el pecho del mayor──. ¿Quieres beber algo? Tengo... Cocaína.
──Eso no se bebe.
──Pero tengo ──rió, tosiendo al final de esta risa, enderezándose──... Oh... Esto... ──miró al pelinegro, quien se encontraba algo preocupado── No es nada.
──¿Sigues fumando? ──regañó. Marco, apenado, asintió.
──Ya lo dejaré. Es que ahora no pude porque me sentí mal y fumé algunos ──excusó.
Sirius lo miraba con desaprobación. Marco ya conocía esos ojos, tan expresivos, y esas cejas, curvas cuando querían.
──Lo siento.
──No quiero tus disculpas, quiero tu salud ──pidió, atrayendo al menor hacia su cuerpo desde su hombro. Lo rodeó con sus brazos delgados, inhalando contra él, rezando porque este no notara la velocidad de sus latidos.
Latía tan rápido cuando estaban juntos.
Tan, pero tan rápido.
Marco jugueteaba con los bordes de su ropa, casi infantil, frotando su cabeza rubia en el pecho del mayor cual perrito en busca de cariño.
Eso le dolía tanto al joven Sirius. Sus respiraciones ya no eran tan calmadas, más bien, temblaban. Cerró la boca con una lenta fuerza, apretando sus dientes.
Con tristeza, suspiró, cerrando los ojos, entregándose completamente al moreno.
──¿Te duele? ──preguntó.
──¿De qué hablas?
──¿Te duele el pecho? ──cuestionaba con temor a la respuesta, pero, muy muy en el fondo, la sabía.
Por eso le temía. Por eso le dolía.
──Sí ──admitió el menor──. Me duele respirar ──agregó con melancolía.
Sirius volvió a suspirar.
──No quiero morir ──dijo el decaído joven, a quien la realidad le había dado un fuerte golpe.
──No te dejaré hacerlo ──acariciaba el pelinegro sus dedos grandes y de piel suave, volviendo a cerrar sus ojos, volviendo a entregarse en cuerpo y alma a él con toda confianza.
──Promete que no me dejarás morir, mi Queenie ──pidió con algo de miedo.
Sirius sonrió.
──Vuelve a decirme así de nuevo y lo prometeré.
El más alto se acomodó con alegría en el sillón, inhalando con su nariz, cerrando los ojos.
Entregándose en cuerpo y alma a Sirius.
──Queenie ──pronunció contento, como un bebé que puede decir «mamá»──. Queenie, Queenie, Queenie ──jugó, elevando su rostro para que quedara enfrente del de verdes ojos, mirándose el uno al otro. Era el momento perfecto.
──Te lo prometo ──aseguró.
Aún así, Marco no dejó de sonreír, y continuó.
──Queenie, Queenie, Queenie ──Sirius levantó sus comisuras con satisfacción, para luego oír la voz de su amigo con un tono distinto, un tono más tierno.
Un tono tan sincero, que lo asesinó.
──Queenie... Mi Queenie.
Marco sonreía.
Sirius estaba perdido.
Sirius estaba perdido, completamente enamorado.
Ya no podía negarlo, era imposible.
«Sí», pensó: «Sí. Ya no puedo negarlo.»
Y continuó sonriendo más.
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Bailando con una estrella (BL) | ✔
Romance❝La historia de cómo perdí la vida, cuando él dejó de respirar, y por fin, cumplió su sueño. Marco Vitale se había convertido en una estrella. Y entre todas esas luces, estaba él. ❞ ━━━━━━━ Marco Vitale es un joven con una ligera adicción por el cig...