15 | No te detendría.

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Marco parpadeó un par de veces, anonadado.

──¿Hablas en serio? ──cuestionó con terror.

Sirius, quien por su parte tenía la respiración a mil y en su mente sólo podía caminar en círculos mientras inspeccionaba el terreno en el que se acababa de meter; continuaba tomando su mano, mirándola, estando atento a ella.

Estando atento a Marco, quien parecía inquieto.

Entonces, decidió arreglarlo.

──Salgamos juntos...──«¡Rápido, rápido, piensa en algo!» se decía a sí mismo en su mente mientras regañaba sus impulsos──... ¿Con Cassie? ──dudó él.

La cara de Marco era todo un dilema. Abrió los ojos con sorpresa, formando una "o" con sus labios y asintiendo con la cabeza. ¡Era una gran idea!

Una gran forma de ignorar el hecho de que le había pedido ser su pareja minutos antes...

──¡Ouh, claro! Cassie, ¡Cassie! ──llamó Marco, atrayendo a la rubia hacia ellos──. Adivina qué.

──¿Van a asesinarme con una pistola de agua? ──bromeó ella, así sabiendo que eran capaces de tal atrocidad.

──Todavía no ──sinceró el moreno──. Queremos que salgas con nosotros ──sonrió él.

La rubia se había puesto pálida de pies a cabeza.

──Oigan... Yo entiendo que como adolescentes estén curiosos pero... ──bajó la mirada──... Yo no le voy a... Eso ──ella hizo una ligera mueca de desagrado. Los muchachos, confundidos, tardaron en entender. Sirius abrió los ojos como platos, mientras que Marco hizo una sonrisa nerviosa y aterradoramente exagerada.

──¡Dios, no! ¡Eso no! ──negó el pelirrosa── Solo no queremos estar incómodos y... ¡Y compré cuatro entradas para la feria! ──mintió── No puedo ir solo con Marco ──excusaba en puro engaño.

──¿Cuatro? ──repitió el rubio, frunciendo el ceño, mirando con desconfianza ──¿Entonces quién...?

──¡¿Puedo invitar a alguien?! ──consultaba la chica con entusiasmo, a lo que tanto Marco como Sirius asintieron sin saber bien lo que hacían── ¡Genial! Esperenme allí el domingo, claro que iré ──agregó con una sonrisa, antes de volver a su asiento con alegría.

Dejando a los jóvenes solos.

──Ja, entonces... La feria, ¿eh? ──comenzó a hablar el menor── Buena elección... Tú... ¿En serio compraste entradas?

Estaba en todo un problema.

Sirius junto sus labios con fuerza e incomodidad mientras asentía. ¿Cómo diablos iba a conseguir entradas para la feria? Era super inaccesible.

──Claro que las compré, hombre, ¿por quién me tomas? ──rió, fingiendo estar despreocupado── Por supuesto que las tengo ──con una mano hizo un gesto de «restale importancia, no es nada fuera del otro mundo», mientras que por dentro se estaba asesinando a sí mismo de manera gráfica y sangrienta.

Vio a su amigo sonreír algo coqueto, aún no sabía el porqué y eso era molesto. ¿No podía solo decirlo? Qué inútil era el tiempo que pasaba de manera innecesaria, ¡Sirius no necesitaba más inquietudes!

El menor se acercó un poco hacia él, arrimando la silla. Puso su mano derecha en el hombro derecho del mayor, y lo mismo con su mano y hombro izquierdos. Apoyó suavemente su cabeza entre su cuello y el inicio del hombro, suspiró un poco cerca de él. Con sus tentadoras y traviesas manos decidió acariciar las de Sirius, solo los dedos, un poco, con cariño y esmero.

Sirius medía la distancia milímetro por milímetro, no sabía si aguantaría tanta presión. Sentía picazón en su espalda, un cosquilleo en el estómago, ansias en la boca. Su cuerpo se tensó en cuanto el moreno dio un besito, pequeño, chiquito, bonito, en su barbilla. Sintió un fuerte escalofrío que no lo lanzó al suelo por pura suerte. No quería, no podía mirar lo que sucedía, no podía girar su cabeza, porque sabía perfectamente que si lo hacía, le daría un infarto.

Finalmente, el rubio decidió hablar, dejándose de juegos.

──Queenie... ──llamó, alzando la mano del mayor, acercándola a su boca, y besando la parte de arriba, contraria a la palma, haciendo un ruido con los labios al separarse, todavía si intentaba evitar ese sonido.

──¿Sí? ──habló Sirius en plena calma. Su voz no temblaba, su respiración no era tan agitada, pero aún así, había un volcán en erupción dentro de su caja torácica. Sus pulmones se llenarían de lava en cualquier momento.

──¿Ibas a invitarme a salir formalmente, Queenie? ──jugó él con su tono y los promiscuos susurros, tan provocativos de cierta forma, aún si no lo quería así──. Digo, como una pareja. ¿Eso querías? ──rió algo pícaro.

Quería que lo admitiera. Nada más que eso.

──No ──negó con la cabeza, algo brusco, para dejarlo muy en claro──. No, claro que no.

──¿Seguro? ──cuestionó él su autoridad y su fuerza de voluntad sobre sus propias palabras──. No pareces muy seguro ──volvió a reír. Sonreía satisfecho, como si hubiera ganado algo.

──Muy seguro ──afirmó aunque no fuera cierto.

Marco se alejó, pensativo, aún con una mueca de gusto. Lo analizó con la mirada, de pies a cabeza, de cabeza a pies. No estaba sonrojado, no se veía intranquilo, no se veía como generalmente estaba cuando Marco le hablaba en voz baja. Aquello era raro, mas solo lo ignoraría y aceptaría la invitación.

──Tú... ──dijo el ojiverde antes de que el moreno pudiera volver a hablar──... ¿Tú quieres eso? ──preguntó.

«Ojiplático» sería la palabra correcta para describir el rostro del menor. De grandes y expresivos ojos, de cejas levantadas con asombro, de una ligera levantada de comisuras y mostrando sus dientes tal cual eran.

Marco adoraba que su Queenie fuera directo.

Sin embargo, él no tenía por qué serlo.

Se levantó, y el timbre sonó, ya debían irse a casa. El mayor no lo había notado, pero ya todos habían guardado sus cosas.

──¡No te vayas! ¡Espérame! ──pidió mientras guardaba sus útiles y libros. Marco hizo un «pss» con los labios, llamándolo, a lo que Sirius elevó la vista: el rubio estaba sonriendo, con su mochila ya puesta.

──Me tengo que ir ──notificó sin bajar la alegría en sus labios──. Pero, Queenie.

──¿Sí? ──respondió al llamado una última vez en el día. Era viernes, debía trabajar, y no vería a Marco hasta el domingo, cuando fueran a la feria. Sus manos comenzaron a sudar de nuevo al sentirse penetrado por esos oscuros ojos.

Entonces, Marco sonrió aún más.

──Si hicieras un movimiento, no te detendría ──dijo antes de irse, aún contento.

Por su parte, Sirius no entendía. Intentó, pero no entendió.

Entonces, la campana volvió a sonar, y el de rosados cabellos tuvo que dirigirse al trabajo, donde comería un poco de lo que cocinaba su hermano, quien trabajaba en el mismo lugar. Y, quizás, pensaría en lo que Marco Vitale le había dicho.

Sí...
¿Eso a qué se refería exactamente?

¿Movimiento?

Y más importante:
¿Por qué estaba tan feliz al decirlo?

«Me haces sentir confundido y ahogado en un mar de preguntas, Marco Vitale. Pero en tu defensa, yo te permito hacérmelo.

Yo te permito seguir.»

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Bailando con una estrella (BL) | ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora