29 | Día uno sin Queenie.

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Día uno sin Queenie.

Llegó decaído a su decaído banco y decaídamente esperó al resto de los alumnos.

Cassie lo miró un rato, sorprendiéndole que no tuviera energía ya. El moreno solo existía, allí, en silencio, sin dar señales de actividad cerebral. Por un momento, la rubia creyó que quizás habría muerto.

Algo preocupada, tomó su celular y tecleó a otra chica que estaba en su clase de biología avanzada en el otro extremo de esa misma escuela.

Cassie:
Darling 💙

Cassie:
¿Me das un consejo? Un amigo está terriblemente mal y no sé qué hacer para animarlo:(

Hannah:
Honey 💛

Hannah:
¿Por qué está mal? ¿Quién es? Si de nuevo estás hablando con el vagabundo que te encontraste, ya te dije que no puedes quedártelo.

Cassie:
1) Ok, no era el vagabundo pero gracias por arruinar mi humor con ese desaliento.
2) Es Marco.
3) Ni idea.

Hannah:
1) *gruñir*
2) ¿El marihuano?

Cassie:
¡Ese mero!

Hannah:
Bien, te daré una guía de 3 pasos para ayudarlo:
Paso 1) Pregúntale qué sucede.
Paso 2) Ve cómo arreglarlo.
Paso 3) Arréglalo.

Cassie:
:) 👍

Hannah:
👍

──Marco... ¿Qué sucede? ──preguntó la rubia.

El rubio sólo decidió darle un «nada» como respuesta, aunque fuera más que obvio que algo sucedía. Desanimado, volvió a sus estudios. Con el paso de las horas, solo podía ver cada tanto a cierto chico del otro lado del salón, rogando por cruzar una mirada, una, una pequeña, una solitaria y deseada mirada que le diera la esperanza de que todo iba a estar bien.

Pero no.

Sirius no volteó.

Ni una sola vez.

Marco rogó, rezó, casi lloró en vivo y en directo, allí, en plena clase.

Pero no.

Sirius parecía continuar con su vida sin él. Se estaba quedando atrás, y no había nada que pudiera hacer al respecto.

Absolutamente nada.

Y así pasaron varios días, días en los que Marco no prestaba atención a las clases, todo por tener en su garganta un nudo imposible de desanudar y los ojos rojos cada mañana por haberse quedado dormido luego de largas sesiones de llanto.

Marco apenas dormía, y cuando dormía, soñaba con Queenie. Tanto pesadillas, que al despertarse le aterraban todavía, como sueños bellos, que rogaba que dejaran de ser solo sueños.

En cambio, Sirius se veía bien.

Y digo "veía", porque él no estaba bien.

Sirius había quemado su álbum de fotos.
Sirius había tirado a la basura todo dibujo y toda nota de Marco.
Sirius había estado llorando por días.

Había tenido ataques de pánico.
Se había encerrado en su habitación.

Sirius estaba desconectado, y era una tortura impensable ir todos los días a ver a quien más amaba estando ahí, lejos, sin poder verlo ni tocarlo. Porque cada vez que lo veía, pensaba en él o lo sentía cerca, ocurría la misma mugre: recordaba todo, y sentía ganas de volver a estallar.

Se había sentido tan tonto. Tantas semanas tiradas por el caño.

Por un momento había creído que Marco le estaba haciendo caso.

Pero no.

Se maldecía internamente por haber sido tan fácil de engañar. Y pensar que ese día...

«Y pensar que ese día iba a declararme», se dijo al recordar su plan inicial: ir a casa de Marco, oír sobre lo que él tenía que hablar y contarle con detalles a fondo todo lo que sentía.

Ignorando esto, Sirius seguía con sus estudios como normalmente. Claro, con ocasionales llantos en los recesos, "no, profesora, es una molestia en el ojo" cada media hora y la sensación de que su alma estaba en mil pedazos y debía buscar a Marco para hallar las piezas.

Marco había sido un mentiroso, infantil, bruto, desconsiderado, inconsciente y malo. ¡Su castigo sería el odio de Sirius!

Aunque...

Sirius no podía odiarlo, y se arrepentía fuertemente de cada palabra dicha.

Se arrepentía. Cielos, ¿en serio le había dicho que ser drogadicto era su única personalidad? El ojiverde sabía perfectamente que la gente dependiente de las adicciones no tenía la culpa de esto mismo.

Aún así, se sentía tan iluso.

Una tos seca lo sacó de sus pensamientos. No le habría prestado atención, de no ser porque sonó un largo rato.

Entonces, una lucecita se prendió en su cabeza, y unió los puntos.

Aterrado, lo miró.

Allá, el angelito pecaminoso escribía en su hoja, seguramente garabatos, mientras que Sirius se preguntaba:

«¿Por qué toses tanto?»

Y en su cabeza, él sólo podía pensar:

«¿Ya me estás mirando?»

Mientras en su cuaderno remarcaba las hojas en las que decía "Queenie" y un corazón.

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Bailando con una estrella (BL) | ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora