4O | ¿Eso es lo que quiero?

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El silencio era extremadamente incómodo. Sirius sólo se había sentado a su lado, amigable, luego de casi un mes sin hablarle. De suerte, la tos fuerte y grosera de Marco acaparó el reflector. Sin embargo, Sirius parecía quieto y callado de todas formas, casi confiado.

¿En serio creía que Marco se lo iba a perdonar así como así?

Por supuesto que no. Por más emocionado que estuviera el castaño, debía hacerse valer. Él no era ningún juguete momentáneo.

Pero...

Ver a Sirius cerca de él...

¡No! ¡Debía ser fuerte e imponente! Herido, decidió no hablar. No, esperaría a que él hablara primero.

Se había esforzado muchísimo para evitarlo, ya que el deseo del ojiverde era que no lo buscara. Seguiría con eso hasta que el mayor le avisara que ya podía parar.

Marco Vitale podría ser muchas cosas, pero no alguien que rompiera límites establecidos en una relación.

«¿Siquiera seguimos teniendo una relación?» se preguntó devastado. El frío helaba sus pies, los cuales traían tres pares de calcetines, y la nariz del mayor se veía adorable al estar tan colorada. Notó, en uno de sus descarados ojeos, que las raíces de Sirius estaban creciendo de nuevo, azabaches.

El cabello de Sirius se veía tan suave. Esquivó su mirada al pensarlo, queriendo dejar de pensar eso. Se frotó las manos con frío, aquello era demasiado. Los seis minutos que pasaron en silencio fueron los más eternos para el castaño.

──Entonces... ──oyó su voz, su cálida voz, su fina voz, su deseable y amada voz.

«He extrañado tanto oírte hablar...», reconoció cuando una lágrima se asomó. Andaba muy emocional, comenzó a parpadear más rápido para que esa gotita se fuera.

──(...) ¿Has estado bien? ──curioseaba sin verle a la cara, ambos con los ojos en la pista de patinaje al aire libre, casualmente viendo cada tanto a James con Jacobo, jugando, o a Hannah y Cassie, comiendo juntas.

──No ──admitió inconscientemente. Cuando el pelirrosa volteó, él se sobresaltó y se dio cuenta de lo dicho por su propia boca──. Digo, sí. Estoy bien. Gracias ──corrigió. Aquel golpe de honestidad lo había tomado desprevenido──... Y tú... ¿Cómo has estado?

Sirius, nervioso, se levantó de golpe.

──Lo siento, no puedo hacer esto. Yo no... No puedo. ──negó antes de comenzar a moverse lejos de ahí.

El moreno se levantó de igual forma, alerta, intentando detenerlo. Al erguirse del asiento se le cayó un papel del bolsillo, rápidamente captado por la mirada del mayor.

──Sirius, escucha... ──fue detenido por el pelirrosa, quien con el dedo índice y su vista en el pliego lo calló.

Curioso y algo extrañado, sin habla todavía; entrecerró los ojos al desdoblar el papelito. Era una hoja blanca e impresa, con cuidado, leyó el título.

──«Fumadores Anónimos». ──descifró en voz alta. Al alzar su cabeza, se encontró con un Marco inquieto que rascaba su nuca mirando el suelo.

Se acercó lentamente mientras este aún evitaba mirarlo, y sin cerrar sus labios, con el rostro calmo y pacifico, tocó su brazo.

Su fuerte y grande brazo. Diablos, había olvidado que Marco era corpulento. Sonreiría por recordarlo de no ser por la situación.

Estupefacto, el menor veía como Sirius bajaba su brazo con tranquilidad y sosiego para que dejara de rascarse, mientras observaba sus almendrados ojos con cariño, un cariño interno que desde hace semanas no experimentaba.

Un puchero se hizo presente en su rostro, y sus ojos se aguaron. Marco, preocupado, no supo si acercarse o hablar.

Al final, él no pudo decir nada, ya que fue el contrario quien habló con la voz rota.

──Tú... ──pronunciaba, distorsionando más las expresiones. Estaba tan cansado de alejarse── ¿Tú vas a esto?... ──cubrió su rostro. Su mano helada ni siquiera fue avisada del impacto dulce y decaído con su cara.

──Yo... Sí. Todavía no llevo un mes pero, me darán la ficha de los treinta días pronto ──avisó──. ¿Estás bien, Sirius? ──interrogó intranquilo, pero sosteniendo un tono cálido y bajito. El mayor asintió en un frenesí de emociones. Era ridículo, claro que sí, ¿cómo se pondría así por un simple paso a la desintoxicación?

Aún así, estaba tan orgulloso, que solo se dejó caer en los cariños de Marco, que aunque intentara ocultarlos, se notaban a yardas, millas, kilómetros.

Volvió a asentir, moqueando por la nariz, intentando quitar el agua que salía de sus ojos.

──¿Cuánto llevas? ──sorbió.

──Unos... Veintinueve días. ──puso al tanto. Sirius cerró los ojos con fuerza, sintiendo su nariz arder por el llanto en el frío.

──Eso... Eso está muy bien, Marco ──aprobó con la cabeza, teniendo un ligero hipo por las lágrimas. Cielos, qué jodidamente emocional.──. Vas muy bien.

──¿Estás...? ──iba a acabar diciendo "bien", ya que las preocupaciones y el instinto de proteger a Sirius no desistían en su corazón, el cual parecía querer salir de su pecho de lo rápido que latía; pero fue interrumpido por la afirmación del pelirrosa, quien sonriente dijo:

──Orgulloso.

Sin más que decir, comenzó a andar a paso lento hacia el hotel luego de despedirse, sonriente, sintiendo cariño y aprecio. En el camino se cuestionó y replanteó varias cosas.

¿Marco habría dejado de fumar en definitiva? ¿Le habría molestado que se fuera?

¿Él esperaba que volteara? Para cuando se dio cuenta, ya había llegado al hotel. Las luces doradas plasmaron cada sitio a menos de cinco metros del lugar. Todavía reflexionando, tocó el botón del ascensor.

Entró. ¿Marco estaba esforzándose por él? Oprimió el botón de su piso. ¿Cómo se estaría sintiendo? ¿Debió haberle preguntado? Todo era tan confuso. ¿Por eso había bajado de peso? ¡Había bajado de peso! Sus brazos eran más musculosos y menos grasa había en todo su cuerpo, ya no tenía papada, ¡incluso todos dirían que era otra persona!

No había notado nada de eso. ¿Se había afeitado en serio? Hacía tanto que no lo veía afeitado...

Y su cabello ahora era como el natural. Cielos, Marco había cambiado tanto en tan poco tiempo. Para cuando se dio cuenta, había llegado a su habitación, y se quedó ahí, pensando frente a la puerta.

Se iría a dormir, y posiblemente mañana tampoco le hablaría al moreno.

«¿Eso es lo que quiero?» se preguntó.

Abrió los jodidos ojos por primera vez.

Y volviendo a presionar el botón del ascensor, pensó:

«Eso no es lo que quiero.»

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Bailando con una estrella (BL) | ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora