Extra único | La luz.

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MARCO VITALE

─Queenie ─llamé por duodécima vez. Mi Queenie me estaba ignorando como nunca. Mis ojos seguían en la pelotita verde que se golpeaba contra el techo y mi mano. Volví a bufar.

Me enderecé frente a él, viendo como acostado estaba en mi cama y su vista estaba en el celular.

Mis cejas se fruncieron cuando él le sonrió al móvil.

─Queenie Minho. Mírame. Ya.

Él resopló, para después rodar los ojos y apagar el móvil. Se puso derecho de una manera que me parecía divina, y cansado, me observó.

─Queenie.

─Marco.

─¿A quién le andas sonriendo tanto?

─A mis memes.

─Queenie.

─Marco.

Le sonreí, tomando su manito y poniéndola en mi rostro para sentir su suavidad.

─Queenie.

Sentí unas ligeras ganas de besarlo.

─Hoy es mi cumpleaños, ¿cierto? ─cuestionó a lo que yo asentí─ Son solo mis quince años, Marco, tenemos muchos años por delante para festejar el día en que salí de mi mami.

─No, mi Queenie. Necesito festejar todos los años que saliste de una vagina contra tu voluntad.

Me gustaba esa diferencia de meses con Queenie que me hacía tener catorce cuando él tuviera quince, en realidad.

Tener años por delante no era algo que yo diera por seguro, claro estaba. Por alguna razón, no podía imaginarme siendo un adulto. Quizás ser maestro de música sería un buen destino, casarme y...

¿Y Queenie dónde estaría en ese sueño?

Quería que fuera con quien yo...

Con quien yo me...

─¿Podemos ir a algún lado para festejar tu cumpleaños, Queenie? ─pregunté sonriendo y apartando esos pensamientos de mi cabeza. Era el día de Queenie, no mío.

Queenie asintió, y decidimos ir por unos helados. Era otoño en su cumpleaños, casi invierno, así que esa vez solo pude ver las hojas de tonos rojizos y a Queenie con una bufanda verde oscuro, la bufanda que James le regaló cuando volvió al distrito.

El cielo era prácticamente rosa, con bordes violetas y nubes naranjas, tanto que parecía sacado de un dibujo. Cuando el sol estaba por bajar, seguí su rayo hasta esos ojos verdes pasto.

Queenie.

Mi hermoso y dulce Queenie.

Tus ojos me recuerdan al pasto.

Me debió haber visto mirándolo, porque sonrió y apartó los ojos con un leve sonrojo. Volví a mi helado mientras caminábamos cerca de la fuente de la plaza central.

Su mano tocó la mía, y fui yo quien la tomó por completo.

Mano tomada, yo feliz.

Él carraspeó un poco con la garganta, quizás por el frío del helado, para luego detenerse y quedarse mirando un punto fijo mientras caminábamos. Con la mano del helado señaló hacía debajo de unos árboles. Había un grupo de ancianos.

─Mira, creo que están bailando ─rió contento─. Amo esa música.

─¿Vamos a bailar?

Sus ojos se sobresaltaron y volvieron a estar sobre mí, sorprendidos y a la vez encantadores. Queenie tenía ese algo en la mirada que solo podía hacerme querer verlo en todo momento de lo magnífico que era.

Bailando con una estrella (BL) | ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora