Capítulo 28: Half-Breeds

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Harry estaba sentado en el desayuno con los ojos cansados. No había llevado gafas por primera vez, no había necesitado más cristales en sus gafas antes de las vacaciones de invierno, pero ahora había optado por prescindir por completo de las gafas. Había provocado murmullos y caras de sorpresa, pero Harry sabía que tenía un aspecto cuidado. Sus delicados rasgos eran más fáciles de ver sin las grandes gafas; sus ojos verdes parecían más grandes y sus pómulos resaltaban mejor.

Blaise había asentido satisfecho al ver el aspecto de Harry y le había dado dos suaves besos en la mejilla. Harry se sonrojó de inmediato, tras lo cual Blaise aclaró que en Italia les gusta dar besos en las mejillas para halagar a alguien. Sin embargo, Harry decidió no escribir esto en su primera carta a Rabastan, no estaba convencido de que el hombre no se presentara espontáneamente en la puerta de Hogwarts al día siguiente para desagraviar.

Durante el desayuno, el profesor Snape repartió los horarios de la segunda mitad del año escolar. Con un gemido, Harry vio que empezaba el lunes con una clase doble de Defensa contra las Artes Oscuras, lamentablemente todavía con un sapo rosa. Harry había esperado que fuera la siguiente en sucumbir a la maldición de Ekrizdis, pero por desgracia, esto era demasiado bueno, seguía viva y coleando.

Los Slytherin's caminaron tímidamente hacia su primera lección, incluso Theo, mostrando poca emoción, tenía una mirada de regaño en su rostro. Harry decidió sentarse con Draco, se sentía de alguna manera unido al chico rubio, no sólo por la amistad; era de la familia. Draco enarcó una ceja con aire de suficiencia, pero inmediatamente se aseguró de que Harry pudiera sentarse a su lado.

-Hem, hem-, llegó una voz femenina desde las escaleras de la parte superior de la sala, que conducían a su despacho.

-Bienvenidos de nuevo a Hogwarts, espero que todos hayan pasado una buena Navidad-.

Harry mantuvo el rostro tranquilo, no quería destacar en la lección del sapo. Por desgracia, sus ojos saltones y caídos se deslizaron hacia él y se entrecerraron. Una desagradable sonrisa apareció en su rostro.

-¿Supongo que has oído hablar del terrible escape de Azkaban? Las alimañas más sucias y peligrosas del país andan sueltas, y todo gracias a Sirius Black. ¿Qué opina de esto, señor Potter?-.

-Lo encuentro muy desafortunado, por supuesto. No dudo que este escape se deba a la mentalidad diabólica de la mente malvada, no a la ineptitud del Ministerio, profesor-, respondió Harry con calma. Se sintió satisfecho de que el escape se debiera efectivamente a una mente malvada, que contrastaba con su padrino.

-¿Es eso cierto? ¿Así que admites que tus afirmaciones del año pasado eran la invención de un cerebro prematuro de un niño de trece años?- preguntó Umbridge inocentemente.

Harry apretó los dientes y esbozó una sonrisa cortés. -Tenía catorce años, Madame-.

-No deseo recibir impudicias de un alumno, señor Potter, diez puntos de deducción para Slytherin-.

Harry volvió a asentir cortésmente. -Lo siento, Madame-.

-¡Hum! Que no se repita, señor Potter!-.

La profesora Umbridge caminó rígidamente hacia su escritorio. -Hoy no leeremos del libro-.

Inmediatamente se levantaron suspiros y murmullos aliviados en el aula. Harry miró a Draco pero vio que el pálido muchacho tenía una mirada pensativa. Sin embargo, no parecía mirarle a la cara mientras hablaba sino que miraba sus manos. Harry levantó las cejas sorprendido y volvió a mirar a Umbridge. Frunció los labios y ladeó la cabeza; -¿Qué estaba mirando Draco?- Harry no notó nada raro; la mujer seguía vestida de algodón de azúcar, con guantes de raso rosa, igual que antes del comienzo de las vacaciones.

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