Capítulo 11: Rabastan's Wicked Ways

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~"Parsel"~
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Rabastan contó los arañazos en su pared. Habían pasado más de tres semanas desde la última carta de Harry. Esperaba que ese chico le enviara una carta. Un agradecimiento, como mínimo. Pero después de tres largas semanas, mirando sin esperanza, Rabastan se sentía traicionado. Utilizado. Su padre había hablado muy bien del chico Potter. Lo había llamado instruido, educado y guapo. Pero si ese chico era tan educado, ¿por qué no enviaba nada? ¿Se había olvidado de Rabastan?

Una piedra golpeó la frente de Rabastan. Levantó la vista, irritado. Otro guijarro aterrizó de lleno en su nariz.

-¡Deja de hacerlo, pequeño imbécil!- Rabastan se quejó.

-Sólo si dejas de enfadarte-. dijo Fenrir con voz ronca.

-Es que estoy entre rejas, Greyback, pero de lo contrario te habría fileteado. Y te mostraría lo que puedo hacer, enfurruñado o no-. dijo Rabastan con poco entusiasmo. 

También sabía que estaba posando y que le gustaba hablar con Harry... sí, Harry... un poco demasiado. Pero ¿qué otra cosa podía hacer? Por primera vez en años tenía contacto con un hombre joven, guapo y ambicioso. Intentó cortejarlo, desde la distancia. Incluso había atrapado a esa insolente serpiente que normalmente quemaba y luego se comía la comida de sus compañeros de celda. Todavía tenía ampollas en las manos de la pequeña descarada. Bueno, esperaba que quemara a Harry... Un poco.

Rabastan suspiró, a quién quería engañar. Esperaba que el pequeño tuviera un amigo en esa pequeña serpiente loca. Cuando Rabastan leyó cómo trataban a Harry sus amigos y su supuesta "familia" 'si es que a los muggles se les puede llamar así', quiso protegerlo y ayudarlo. Pero había esperado que el chico también se preocupara por él, aunque fuera un poco. Había esperado una carta mal escrita, pero llena de buenas intenciones. Una carta de la que Rabastan pudiera sacar esperanzas. El suficiente sentido de la amistad para ayudarle a soportar en esta terrible isla. 

Rabastan oyó que una pesada puerta se abría y se cerraba de golpe en la distancia. Unos pasos se acercaron rápidamente. Una suave llamada llamó a su puerta.

-Tienes otra carta, Lestrange. Y esta vez también un paquete. Desgraciadamente, hemos tenido que abrir el paquete y lo hemos revisado en busca de contrabando. No encontramos nada. Nuestras disculpas, hemos tardado unos días en comprobar que el paquete no tiene nada. Es una manta, una delgada. Pero es Bonita-. 

Con esas últimas palabras, el auror empujó el paquete y la carta por la abertura bajo la puerta.

-Gracias Auror Bree. ¿Alguna noticia de la Comunidad Mágica?-.

-No, todo está tranquilo. El Ministro de Magia ha nombrado a alguien del Ministerio en Hogwarts para que vigile las cosas. Dumbledore no está muy bien considerado estos días. Pronto le traeré un periódico-.

No mucho más tarde volvía a haber silencio en la división más alta de Azkaban.

-¿Qué tienes ahí hermanito? ¿Tienes por fin tu carta de amor?- llegó la voz ronca de Rodolphus.

-¡Dolf! ¡Cada día te pareces más a Fenrir! ¿Adónde se ha ido tu hermosa y pulida voz, hermano?- se burló Rabastan. -He recibido un paquete. Voy a comprobarlo-.

Rabastan abrió el paquete con manos temblorosas. Sacó una hermosa manta verde. En efecto, estaba hecha de una tela fina. No era algo bajo lo que pudiera acostarse, cálido y acogedor. Pero era una tela preciosa, verde con un dibujo de serpiente negra. Vio runas bordadas en los lados. Pero no pudo sentir ninguna magia. Las runas no tenían magia. Una amarga decepción se abrió paso en Rabastan. ¿De qué servía una manta bonita pero delgada?

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